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El lunes pasado, el gobernador de Río Negro Alberto Weretilneck anunciaba su incorporación al Frente Renovador y desde entonces se han sucedido las renuncias, en efecto dominó, de los principales miembros de su gabinete, al punto de que en el actualidad sólo un ministro permanece en su cargo. Pero esto no es todo: su actitud ha cosechado también el repudio de intendentes; de referentes de su propia fuerza política de origen –el Frente Grande- y de diversas instituciones, hasta llegar incluso a un cuestionamiento, no demasiado velado ni elíptico pese a no mencionarse nombres, de la jerarquía católica en la provincia. Por todo esto, se ha precipitado una crisis política sin precedentes en Río Negro, con derivas aún insospechadas.
Unos días después de que se desencadenaran estos preocupantes acontecimientos, el diputado Sergio Massa viajaba a Bahía Blanca para oficializar con bombos y platillos la incorporación a su fuerza política del intendente Gustavo Bevilacqua, primo del ex gobernador Carlos Soria, a quien sucedió Weretilneck tras su muerte. Pero las semejanzas entre ambos flamantes “renovadores” no se agotan en esta coincidencia: Bevilacqua también accedió a su cargo tras el alejamiento de quien fuera electo para tal fin por la voluntad popular, Cristian Breitenstein, nombrado por Scioli Ministro de producción, ciencia y tecnología de la provincia. Representante de lo que podríamos llamar el político lábil, que se ampara en su condición de cuadro “técnico” para no explicitar nunca definiciones políticas e ideológicas contundentes, Bevilacqua decidió finalmente capitalizar su arribo impensado a la intendencia saltando a las filas del Frente Renovador con la mira puesta en el armado para el 2015. Massa dijo en el anuncio que antes había un Brevilacqua bueno (en alusión al hermano del intendente, consejal de Villarino por el Frente Renovador) y uno malo y que ahora los dos son buenos.
Más allá del aspecto pretendidamente jocoso y dejando de lado la alarmante ausencia de densidad política de este tipo de declaraciones, pareciera ser que para el líder de los “renovadores” se produce una alquimia mágica en el salto a su fuerza que borra todo rastro de lo actuado anteriormente. Tal vez por eso la otra sentencia que nos legó, “+a-mbiguo” que nunca, fue que “Bahiá Blanca se suma al equipo del futuro y no se queda discutiendo el pasado”.
El riesgo de concentrarse tanto en el futuro cuando se está en plena gestión, tal vez no radique tanto en el olvido de lo pasado, sino más bien en la pérdida de vista de los problemas y los desafíos del presente, lo que sin dudas interesa y mucho a la ciudadanía bahiense y rionegrina.
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