Luis Barrionuevo y el sindicalismo renovador

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Apenas unos días después de que Sergio Massa lanzara su candidatura a diputado por el Frente Renovador, el dirigente gastronómico Luis Barrionuevo se apresuraba a declarar: “En provincia de Buenos Aires, todos los gastronómicos y de la CGT Azul y Blanca votan a Massa y están trabajando para que gane.” Su esposa, Graciela Camaño, ratificó entonces el acuerdo político entre el sindicalista y el intendente de Tigre al tiempo que se presentaba como la encargada de la fiscalización de las inminentes elecciones para este último. Tal vez como retribución a tan explícito y entusiasta apoyo, el economista estrella del Frente Renovador, Martín Redrado, manifestaba en un encuentro organizado por la Unión de Trabajadores del Turismo, Hoteleros y Gastronómicos de la República Argentina (UTHGRA) que “Por el trabajo que hace nuestro compañero Barrionuevo, sin dudas es el hombre que puede permitir este cambio desde el Congreso Nacional” y destacaba su trayectoria y su labor por la gente.

Desde entonces, el cónclave atravesó algunas dificultades, generalmente originadas en la verba inflamada del dirigente gremial, como cuando en marzo de este año manifestó en un reportaje radial que Néstor Kirchner era “un tipo que se robó cerca de seis o siete millones de dólares y se cagó muriendo a los 60 años, ese fue un ávaro(sic)” . En secreto, Sergio Massa le habrá reprochado esos raptos de sinceridad brutal que se apartan de lo que pregona su implícito manual del doble discurso, tan bien ejemplificado por el propio líder “renovador” cuando públicamente elogiaba al ex presidente, al tiempo que lo injuriaba duramente en el ámbito de la embajada de Estados Unidos. Pero los políticos de su espacio no deberían sorprenderse demasiado: los exabruptos del titular de la CGT Azul y blanca han sido una constante, al punto de conforman una auténtica marca de estilo. Muy recordadas son algunas de sus expresiones durante los noventa, como cuando nos legó maravillas tales como “Nadie hace la plata trabajando” o el célebre “en la Argentina hay que dejar de robar por lo menos dos años”.

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Barrionuevo no tenía empacho en definirse como “recontralcahuete de Menem” o en confesar su aporte de un millón de dólares para la campaña del riojano, lo cual le sería recompensado, entre otras cosas, con el nombramiento al frente de la Administración Nacional de Seguro de Salud (ANSSAL)

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Pero sus furibundos agravios o las cínicas y burlonas diatribas contra funcionarios y periodistas que han osado enfrentarlo, no se circunscriben al ámbito de lo que podríamos denominar un cierto “pintoresquismo verbal” o a la mera manifestación de un carácter en extremo frontal. Por el contrario, guardan un correlato indisoluble con los reiterados acontecimientos de violencia que jalonan su dilatada trayectoria. Su irrupción en la vida pública ya se produce bajo este signo, cuando en 1975 ocupó por la fuerza la sede de la Unión de empleados gastronómicos de Catamarca. La aventura fue efímera, pero poco tiempo después, en plena dictadura cívico militar, el delegado Carlos Valladares lo promovió al frente del gremio.

En la década siguiente, de la mano de su afianzada relación con Enrique “Coti” Nosiglia, fue consolidando su poder, que finalmente tendría sus años dorados durante el festival neoliberal del menemismo. Para entonces, no tenía empacho en definirse como “recontralcahuete de Menem” o en confesar su aporte de un millón de dólares para la campaña del riojano, lo cual le sería recompensado, entre otras cosas, con el nombramiento al frente de la Administración Nacional de Seguro de Salud (ANSSAL). Fue también, tras su acceso a la conducción del club Chacarita Juniors, pionero en el maridaje entre barras bravas y sindicatos, cuyas nefastas rémoras aún hoy se hacen sentir en el escenario local. “No estamos eligiendo la cúpula de la iglesia, asi que hubo algunos sopapos”, le decía sin inmutarse a Bernardo Neustad tras una batalla campal en el marco de una interna sindical protagonizado por su patota.

Tampoco se privó de ejercer la violencia institucional cuando, ya de la mano de Duhalde, intentó presentarse como candidato a la gobernación de Catamarca. Como no cumplía con el requisito de los cuatro años de residencia en la provincia y fue inhabilitado, su reacción fue mandar a quemar las urnas y suspender los comicios.

Hoy es fácil advertir en sus declaraciones la nostalgia de estos tiempos pasados, como cuando hace unos meses anunció la intención de formar una Mesa sindical Massa 2015 en estos términos: “Sergio necesita una estructura en todo el país y nosotros la tenemos. ¿O vos te creés que Menem con qué ganó? Con una estructura nuestra! Le organizamos la mesa sindical “Menem presidente” porque había que contar los votos.”

Ante el fracasado paro nacional de alto contenido partidario, que intenta demostrar al Frente Renovador el poder de fuego de los gremios opositores, cabe el repaso de los dichos y acciones de uno de sus principales organizadores para preguntarnos si no es hora ya de eliminar, como hiciera el Frente amplio progresista (¿en un rapto de vergüenza?) la última palabra del nombre de la fuerza política. El sincericida Barrionuevo estaría sin dudas de acuerdo con la iniciativa.

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