Transcurrido apenas más de un mes y medio de la asunción de Mauricio Macri como presidente de la República Argentina podemos observar con crudeza cuál es la orientación y qué intereses representa la alianza Cambiemos, hoy a cargo del Gobierno Nacional. Cuando en la campaña electoral los militantes del Frente para la Victoria advertimos sobre el proyecto político que pondría en marcha Mauricio Macri y compañía fuimos denunciados, por los oligopolios mediáticos, de querer sembrar miedo al electorado.
Hoy observamos que a casi dos meses de haber asumido la conducción del Estado Nacional y de la Provincia de Buenos Aires, el macrismo y sus aliados han avanzado de forma shockeante (políticas que cambian en profundidad el modelo social y económico en corto plazo), encaminados a instalar un proyecto político-económico con gran parte del recetario neoliberal (con las particularidades de la época), en línea con las características particulares históricas de la derecha argentina: liberales en lo económico y conservadores en lo político.
En este sentido podemos enumerar en términos generales medidas acordes con la oligarquía agroganadera exportadora vinculada con el sector financiero, que hoy goza del poder estructural (control de los resortes de la economía) y del político-superestructural (predominio en el sistema político formal): 1) la devaluación, la quita y eliminación de retenciones a la exportación, la desregulación y aumento de las tasas de interés, y la eliminación de subsidios a los servicios implicaron una transferencia de miles de millones de pesos del sector trabajador al sector del capital concentrado, vinculado a la exportación primaria y a la especulación financiera; 2) el realineamiento internacional en dirección a los organismos de financiamiento internacional (FMI, Banco Mundial) y el proceso en marcha de sobreendeudamiento y de acuerdo leonino con los fondos buitres pone en serio riesgo la soberanía nacional en materia política, económica y social, y nos aleja de un proceso regional con nuestros hermanos de la Patria Grande que busca consolidarse y posicionarse como actor protagónico en el juego de ajedrez mundial; 3) el ajuste del gasto público y el achicamiento del Estado que ya comenzó con miles de despidos a través del proceso de estigmatización del trabajador estatal (que encubre una persecución ideológica), y con el congelamiento de políticas públicas tendientes a la redistribución de la renta y de incentivo a la demanda, van en línea con su forma de pensar de como hacer “bien los deberes”, que se refiere a que los números cierren sin importar si los 40 millones de argentinos están adentro o afuera de ese modelo de acumulación; 4) todo esto se hizo en un tiempo muy corto y fue posible por la utilización de Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU), que avanzaron en desmedro de los mecanismos republicanos; 5) todas estas medidas han generado reacciones de algunos sectores afectados, y el Gobierno Nacional ha reaccionado de forma violenta demostrando que no solo no tolerará la protesta social, sino que la criminaliza desde todas las instancias estatales que controla: en este sentido tenemos los casos de la represión a los trabajadores de Cresta Roja, a los trabajadores municipales de La Plata y el encarcelamiento y persecución a los dirigentes sociales como Milagro Sala y los trabajadores en Neuquén; 6) todas estas medidas fueron posible gracias a la complicidad entre los medios hegemónicos de comunicación, hoy más fuertes por la intervención del AFSCA y la modificación de la LSCA y el control de los medios públicos.
En conclusión: transferencia de recursos de los trabajadores al capital concentrado, liberalización de la economía, ajuste del gasto público, resignación de soberanía política a nivel internacional, desprecio por el Poder Legislativo, blindaje mediático, connivencia con el Poder Judicial, y represión y criminalización de la protesta social es el saldo de dos meses de gobierno de Cambiemos.
Ante esta coyuntura, para poder trabajar una estrategia general desde el campo popular que no solo permita resistir a la avanzada de los sectores dominantes, sino que nos permita recuperar la iniciativa política que aglutine y organice la fuerza para tener capacidad de disputa, necesitamos tener un diagnóstico de cuál es el escenario actual de las fuerzas y sectores políticos que representan los intereses nacionales y populares.
Luego de la derrota ajustada en el ballotage se explicitó algo que se había comenzado a observar tiempo atrás y que jugó un rol fundamental. Este elemento fue la fragmentación del movimiento nacional que comenzó a profundizarse en los últimos años y que debilitó y melló la posibilidad de disputa electoral-institucional y territorial. Los frentes nacionales siempre son de representación heterogénea porque representan a diferentes sectores sociales y políticos con intereses particulares, pero la unidad se hace posible al contar con un interés común por encima de sus intereses particulares. O dicho de otra manera, su articulación está dada gracias a una contradicción principal que supera sus intereses secundarios, en el caso de los frentes nacionales está dada en lograr un proceso concreto y sustentable de desarrollo nacional, y creemos que para lograrlo es necesario la conformación de un frente de liberación nacional conducido por un pueblo soberano.
En la historia argentina estos frentes estuvieron representados desde los proyectos federales de las montoneras del siglo XIX, el rosismo, el irigoyenismo, el peronismo y en la historia reciente quien encarnó este proyecto es el Frente para la Victoria. La fragmentación de este frente, que en su momento aglutinó a Sindicatos, Moviminetos Sociales, al Partido Justicialista, a la UCR, a una parte del Socialismo, al PC, etc, provocó una crisis del accionar del movimiento nacional, que se vio imposibilitado en sostener la unidad de acción bajo una unidad programática.
Hay muchas hipótesis sobre cómo se llegó esta situación pero lo que se observa en los últimos años es que se ha relegado la conducción de la totalidad por una conducción cada vez más parcial, y esto ha generado que las contradicciones secundarias de todos los sectores que conforman este frente se hayan posicionado como contradicciones principales generando la fragmentación de la totalidad y destruyendo un programa común que imposibilitó la unidad en la acción, debilitando su capacidad de disputa. Proceso contrario al que sucedió en el campo opositor, donde se fue aglutinando la demanda dispersa (podemos referirnos a los cacerolazos desde 2012) y contruyendo un liderazgo y programa bajo el primer partido político de derecha con capacidad electoral (PRO).
Pero históricamente el movimiento nacional más temprano que tarde se reconfigura para posicionarse e intentar discutir el proyecto de país. Lo fundamental de esta situación es percibir y actuar, como militantes del campo nacional y popular, en consecuencia para que la conducción de esa reconfiguración quede en manos de los representantes de los intereses nacionales y populares, porque es aquí donde se va a dirimir el primer paso de la disputa contra la oligarquía gobernante.