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Scioli, lanzado a presidente hace ya un buen tiempo, ha decidido mostrar cuál será su apuesta en lo que respecta a la integración regional. Así se lo ha podido ver en el bunker junto a Tabaré Vazquez a la espera de los resultados del ballotage y hace pocos días en el Palacio de la Moneda de Chile junto a Michelle Bachelet.
De este modo Scioli da señales claras de cuáles son sus planes en caso de suceder a Cristina Fernández en 2015, y a la vez envía un mensaje claro respecto de su predilección por el perfil más moderado de los mandatarios de Uruguay y Chile. Por un lado se trata del sostenimiento de una política de Estado que se mantiene con altibajos desde la creación del MERCOSUR, y que tocó su punto más elevado con la creación de la UNASUR y la CELAC, organismos en los cuáles no se discute sólo la integración económica sino también la estrategia política de la región para con el resto del mundo. Por otra parte, en una lectura entre líneas, es posible que Scioli esté buscando mostrar uno de sus puntos más fuertes: su capacidad de diálogo. Se recordarán las múltiples desavenencias entre la Argentina y Uruguay respecto de Botnia, que generaron un sinnúmero de rispideces con el presidente saliente “Pepe” Mujica y el recientemente elegido Tabaré Vázquez, quien llegó a decir que había evaluado una hipótesis de guerra por la pastera.
Los lazos históricos y comerciales que unen a la Argentina con Uruguay hacen necesario un acercamiento con el vecino país para fortalecer la integración, pero por sobre todas las cosas, la autonomía política regional. No debe olvidarse que mientras Venezuela, Argentina y Brasil se ponían a la vanguardia de las disputas en contra del ALCA, Uruguay de la mano de Tabaré Vazquez impulsaba la firma de un tratado de libre (TLC) comercio con EEUU que hubiera significado, no sólo un serio problema en la región, sino incluso, un desastre para el desarrollo del pueblo uruguayo.
De este modo queda abierta la incógnita de si el acercamiento es producto de una comprensión por parte de Scioli del lugar problemático que podría ocupar Uruguay en la integración regional, si lo hace como movida de marketing para dar una imagen conciliatoria o si incluso y en el peor de los casos, adhiere a la idea de Tabaré de generar nuevamente relaciones carnales con EEUU.
Respecto de Michelle Bachelet, el análisis del encuentro corre por dos carriles. Por un lado la densidad que le da a la campaña de Scioli el hecho de ser recibido por la presidenta chilena sin mayor agenda que discutir sobre la integración regional, lo que podría ser visto como un fuerte gesto por parte de Bachelet de apoyo a su candidatura. Por otra parte Bachelet cuenta con una muy buena imagen no solo en su país sino a nivel regional. Llegó al poder de la mano de un frente y se presenta como un gobierno de centro-izquierda con un estilo moderado, un perfil que Daniel Scioli viene cultivando con fuerza en los últimos tiempos.
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