Chau, Sergio Massa

El vencedor de las elecciones de medio término de 2013 volvió a tener en estas semanas la principal atención de la opinión pública y los medios de comunicación. Para su desgracia, el motivo de ello no es el mismo que hace dos años: se constata que el proyecto presidencial de Massa está acabado.

Partiendo de esto, si lo que el lector desea leer es una genealogía del desplome del massismo, vale bien la pena hacer un recorrido por algunos hitos, puntos cruciales que aportaron al dislocamiento de aquella fuerza política.

Quizás, la prefiguración, el caldo de cultivo que dio condición de posibilidad a lo que se describirá, puede rastrearse en 2014: en el transcurso de dicho año, el Frente Renovador eligió desechar su principal acierto, el que le hizo ganar las elecciones de medio término. Al abandonar “la ancha avenida del medio” en la que se venía manejando desde lo discursivo, podría decirse, en cierta medida, que el massismo se “derechizó”. El cálculo que se había realizado en su momento era el siguiente: disputarle votos a Mauricio Macri. El tiempo demostraría lo desacertado de aquel pronóstico. Así puede ubicarse esta decisión como el principio del fin.

OPOSITOR MASSA GANA EN MAYOR DISTRITO ARGENTINO, SEGÚN DATOS OFICIALES

Como contrapartida de esta táctica (lograr una propuesta seductora para el antiperonismo más duro) que se reveló, con el tiempo, inadecuada, Macri concatenó una serie de acuerdos (también tácticos) que demostraron su capacidad (y su voluntad) de trascender con éxito la General Paz.

El acuerdo Macri-Carrió comenzó a sembrar un interrogante en las filas del Frente Renovador. La renuencia de Carlos Reutemann a integrar el massismo, optando finalmente por el PRO, acabó con el interrogante, plantando ya una certeza: el Frente Renovador había dejado de ser el camino a seguir para la oposición.

Empeorando el cuadro, la convención radical que definió que ese partido ira a internas con el PRO desactivó el marco de alianzas que el tigrense quería ampliar, incorporando a aquel partido centenario. De esta manera, la tendencia irreversible se iba configurando: mientras que al jefe de Gobierno porteño se le ampliaba el abanico de alianzas, al diputado se le estrechaba. Sin embargo, este devenir no se presentará de manera pura. Será gobernada por aciertos más pequeños de Massa (y traspiés normales del macrismo).

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Esto le iba a dar algo más de tiempo al tigrense. Ejemplos de ello son el triunfo de Gustavo Sáenz en la capital salteña: primero sobre Macri, y luego sobre Urtubey. Pero, y aquí el cronista insiste, las cartas estaban echadas: el espacio opositor lo iba hegemonizando Macri, en detrimento del tigrense. La prueba más cabal de ello es la inexistencia de candidatos de fuste en los principales distritos electorales.

El caso más visible es el de Nielsen en la capital: cosechó el 0,92%. En Córdoba y Mendoza el tigrense iba a la cola de las alianzas opositoras ya que no tenía hombre propio. En Santa Fe, una interna algo devaluada lo dejó en un solitario pero alejado cuarto lugar. Le quedaba a Massa la provincia de Buenos Aires, sobre la que se hablará más adelante.

Lo cierto es que a mediados de febrero y marzo se visualizaba lo siguiente: el Frente Renovador había perdido la gracia (si es que alguna vez la había tenido) de los sectores medios, principalmente urbanos, en favor de Macri; la misma fuerza tampoco había podido lograr una estrategia de seducción para con los gobernadores del justicialismo.

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A partir de allí, el foco de problema se trasladaba: la imposibilidad de organizar, de manera nacional el massismo, volvió cual boomerang. De comerle dirigentes bonaerenses al kirchnerismo, se esperaba lograr eso mismo a nivel nacional. Caída esta chance, se buscó el apoyo de los radicales. Bloqueado este camino, se pasó a un último recurso: por un lado, retomar la “ancha avenida del medio”. Por el otro, la instalación de la necesidad de una amplia interna opositora como forma de condicionar a Macri.

Esto caracterizó el relanzamiento de la candidatura del diputado, que tuvo su punto inicial en un plenario en Villa Ballester y su punto culminante en el acto del 1° de mayo en Vélez. Aquí se vislumbraba alguna posibilidad de sobrevida de Massa. Más, teniendo en cuenta que días después que Gustavo Sáenz, quien en las PASO salteñas se había impuesto sobre Guillermo Durand Cornejo (el candidato de Macri), venció al urtubeycismo en la capital salteña. Algunos creían que esto le iba a empiojar la estrategia al jefe de Gobierno porteño y le iba a habilitar un poco más de margen de maniobra al Frente Renovador.

Nada de eso paso. El boomerang del que se hablaba antes, volvió con gran impacto: primero de manera gradual, y en esta última semana (la peor de la vida de Massa, con total seguridad) de manera incontenible, lo abandonaban dirigentes e intendentes que se habían plegado con él, incluso dirigentes de su primer armado bonaerense. ¿Qué reveló esto? El vencedor de las elecciones de 2013 nunca fue un conductor de su fuerza; nunca se erigió como un ordenador de ella; nunca tuvo voluntad de lograr el armado de una mesa que oriente a su agrupamiento.

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Frente a esto, los que lo abandonaron sinceran algo más: el Frente Renovador nunca fue una opción que pueda mantener en el tiempo la gobernabilidad en los territorios. Es más, en el último mes, esa fuerza implicaba la posibilidad de perder los mismos. El FpV y el PRO, por el contrario, les otorgaba a los dirigentes desertores la posibilidad de hacerse o mantener las intendencias. Así, las afinidades de cada uno (y el pragmatismo) les determinó el destino, consumada la salida del FR.

Esto es lo más aplicable para tratar de comprender las razones que llevaron a Posse, Guzmán, Cariglino, Giustozzi, Othacehé, Zúccaro, Katopodis, Eseverri y próximamente Acuña a pegar el salto.

Vaya a saberse que elemento está antes: si la caída irreversible en las encuestas o la huida acelerada de intendentes y dirigentes. A esta altura parece ser indiferente: los sondeos más generosos lo dan con un 13% de la intención de voto, y en franco retroceso. Los saltos con garrocha vienen a sincerar esa sensación.

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Lo que es peor, ya no hay apoyo económico. Empresarios como Brito y Bulgheroni decidieron no apostar a un candidato que está cayendo en las encuestas. Techint y Clarín juegan con Macri. La imprevisibilidad que siempre transmitió Massa (quien siempre quiso dirigir, tomar sus propias direcciones con un grupo de empresarios propios) le terminó jugando en contra.

José Manuel de la Sota y Adolfo Rodríguez Saá parecen ser el único reducto que le queda al diputado. El esfuerzo por mostrarse como una opción con viabilidad política es inversamente proporcional a las posibilidades concretas que poseen.

¿Qué le depara a la trayectoria política de Sergio Massa? En el transcurso de este mes se irá delineando su futuro con mayor exactitud. Por ahora todo indica que habrá un final abierto. Pero por ser abierto, no es menos final: quien escribe cree el proyecto presidencial 2015 de Massa está acabado. Resulta indistinto si al final de cuentas termina siendo uno de los candidatos a la presidencia. Resulta imposible la bajada a la provincia (lo que nunca quiso el tigrense). Francisco De Narváez, por su parte, posiblemente acompañe a María Eugenia Vidal en la fórmula bonaerense de PROFed. Resulta lógico suponer que el tigrense se quedará mascullando su impotencia, cavilando sobre esta experiencia fallida en la Municipalidad de Tigre o en el Congreso de la Nación.

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El principal beneficiado de este declive es el Frente para la Victoria bonaerense, quien se ve fortalecido luego del cimbronazo de 2013. Cualquiera de los tres precandidatos a la gobernación son destino de los desertores, pero a nivel nacional Scioli se beneficia con esto en mayor grado que Randazzo.

La racionalidad de la política es estratégica, no paramétrica. No todo es culpa de Massa, no todos fueron errores propios. Los contendientes también juegan sus fichas, y lo hicieron con inteligencia dentro de sus posibilidades, lo mismo que el diputado. De lo contrario se cae en visiones maniqueas de la política, o en lógicas binarias que la ponen lejos del habitáculo al que pertenecen.

Pero estas aclaraciones no atenúan el mensaje que se quiere transmitir: Sergio Massa le dice adiós a sus aspiraciones presidenciales. Se quedará en el Congreso, o en su casa.

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