Los kirchneristas siempre hemos tenido inconvenientes para pensar nuestro propio futuro. Acostumbrados a hacer campañas como oficialismos y convencidos de aquello de que mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar, preferimos habitualmente mostrar lo realizado, explicar las transformaciones que hemos logrado y cuánto hemos avanzado desde el infierno de 2001 al país normal del hoy. Ya hablamos en otra nota sobre la eficacia de ese discurso en años anteriores y sobre la necesidad de su renovación en los tiempos actuales, para poder seguir siendo siempre los primeros de lo nuevo y no los últimos de lo viejo. Durante años, peleamos en la cotidiana todos los días con el fin de continuar teniendo un presente. Grandes debates debieron ser necesariamente postergados para poder seguir garantizando gobernabilidad y la construcción de un país vivible. La necesidad de meter industrias que dieran empleo para bajar los insólitos 20 puntos de desocupación era urgente y obligó a postergar la necesidad de meter industrias que no sean tan deficitarias en divisas. Lo cual era sensato en ese momento. Y lo que es un gran problema hoy. La cosa es que vivimos durante años en la cotidiana de la gestión para poder tener un presente cada día y que no se vaya al diablo lo conseguido. Hoy tenemos mucho conseguido y tenemos presente. Tenemos Patria. Y después de doce años (duración inusual en la Argentina moderna) de gobiernos de este proyecto político, llegamos al 2015 con grandes chances de seguir ganando. También llegamos con la urgencia de dar discusiones de contenido sobre el futuro de las transformaciones. Esa preocupación, esa palabra, comienza a ser por fin el eje del debate interno, pero también de las campañas de algunos distritos. Las expectativas y los horizontes de Mussi hijo empiezan a robarle protagonismo a las realizaciones de Mussi padre.
La discusión del futuro en cada distrito implica un balance de lo conseguido en el período transcurrido hasta el momento. Hoy son las elecciones generales en Capital. Son elecciones particulares para nosotros, principalmente porque son las últimas elecciones capitalinas del período histórico de kirchnerismo-con-el-apellido-en-la-presidencia. Pero además porque tienen un componente desmotivador fuerte, en tanto algo que amenazaba ya en 2013 muy probablemente se concrete hoy: va a haber un ballotage en el que nosotros no vamos a participar. A diferencia de 2007 y 2011, hay grandes chances de que vayamos a una elección en dos semanas en la cual entremos al cuarto oscuro (en realidad, metamos la boleta en la maquinita) y no encontremos ningún candidato del FPV. Y sin embargo, muy probablemente el número que hoy saquemos esté dentro de lo que siempre sacamos en Capital. Sacando del análisis los casos extremos positivo y negativo (diputados 2009 y presidenciales 2011), solemos sacar en el distrito entre 19 y 27 puntos. El número de hoy seguramente entre en esos márgenes. Pero para los que venimos fiscalizando desde que tenemos edad para votar, levantarnos tarde el domingo 19 sería una pequeña derrota. Si queremos hacer un balance, tenemos que decir lo siguiente: nuestros números en la Capital nunca han sido malos. En un territorio históricamente difícil para el peronismo, hemos mantenido una buena base, fuimos segunda fuerza durante casi todos los últimos años y en los ballotages de 2007 y 2011 y en las presidenciales de 2011 hemos superado los 35 puntos. Sin embargo, los partidos con vocación de mayorías jamás aceptamos ser opositores crónicos sin posibilidades de dar el zarpazo, ni nos conformamos con criticar al electorado porque “no comprende” que le conviene lo que ofrecemos.
Pero más allá del balance numérico, hay algo más importante en lo que deberíamos poner el ojo. Y que sirve bastante más para debatir nuestro futuro haciendo política en este movimiento y acá donde vivimos. En estos doce años que pasaron, no hubo un crecimiento de nuestra construcción política en el distrito Capital. Se movió el número de básicas nuestras, el de militantes, pero en términos cualitativos no hubo un desarrollo acumulativo del FPV en términos políticos. La campaña y las discusiones que damos hoy en 2015 las podríamos haber dado hace ocho años tranquilamente. No hemos avanzado casi nada. Sólo hemos comprendido finalmente que criticar al electorado porque es gorila o decir con Fito que los porteños no tienen swing no constituye una respuesta política a ninguna derrota. Y hasta ahí lo hemos entendido, hay muchos que siguen pensando que la culpa es del que no le agarra el volante y no de uno que sigue sin saber interpelarlo. Pero más allá de eso ni nuestro contenido, ni nuestras propuestas, ni nuestras discusiones, ni nuestros dispositivos políticos específicos de la construcción del FPV de Capital han crecido en términos cualitativos. Seguimos haciendo lo mismo de siempre. No está mal sacar un afiche con la conductora del movimiento para hacer campaña si eso suma. Pero si eso es lo único que tenemos para decir significa que pensamos poco el distrito en todo este tiempo.
Cuando en un distrito lo único que tenés para decir es que sos la fuerza de la presidenta en ese lugar, tus resultados electorales terminan dependiendo exclusivamente de las oscilaciones de la imagen de ese liderazgo nacional. No tenés ningún plus para aportar en las buenas ni nada sólido para apoyarte en los momentos difíciles. Y eso es producto de un problema de concepción, originario: lo que nos une en el FPV de Capital es solamente ser kirchneristas y vivir acá. A partir de ese piso, deberíamos haber generado en estos ocho años políticas suficientes para tener otras cosas más para decir. No lo hicimos. Ocho años después de la primera victoria del PRO, seguimos siendo mucho más el FPV “en” Capital, que una fuerza política original y con propuestas y programas propios, enmarcados en el proyecto nacional pero con algo para decir específico y concreto sobre el distrito, que nos contenga a todos: seguimos sin ser el FPV “de” la Capital. Ése tiene que ser el desafío de la militancia y de los cuadros políticos de nuestro partido en los años que se vienen en el distrito. Construir dispositivos políticos específicos del distrito que queremos ganar, con programas que sean producto de la propia experiencia política en el lugar. Hacer política con la lógica del distrito y con las demandas del distrito, no imponerle lógicas y demandas ajenas, aunque nos parezcan mejores. Tener definiciones, contenidos, liderazgos, referencias y organizaciones surgidas desde el distrito. No bajadas al distrito por necesidades que le son ajenas. Sólo de esa manera estaremos en condiciones de dejar de ser de una vez por todas solamente los candidatos del gobierno en la Capital y pasaremos a ser una fuerza política seria, fruto de su propio distrito, competitiva, preparada y con aspiraciones reales de gobernar la Ciudad de Buenos Aires.