Por Alejandro Agüero
Fueron dos elecciones que explican la complejidad de la Argentina. Si en las PASO la agenda económica relacionada con el brutal ajuste que golpeó a millones de Argentinos tuvo su correlato en las urnas, los comicios generales hicieron de la agenda institucional un valor medular que modificó sustancialmente el paisaje político que dejaron las primarias.
Ganó Alberto Fernández en primera vuelta y por 2 millones de votos. Triunfo claro e indiscutible. Pero lo cierto es que el transcurso de las PASO a las generales dejó un elemento arriba de la mesa: en la Argentina hay una mayoría electoral pero no hay una hegemonía política, o por lo menos requiere de tiempo para ser construida.
Lejos quedó aquella hipótesis que indicaba que Alberto podría superar el 54% de Cristina, y el resultado marcó una exigencia de la ciudadanía de mayor moderación de cara a lo que se viene. Una agenda que seguramente el presidente electo deberá interpretar tempranamente desde la conformación de su equipo de gobierno.
En este orden de cosas, el gran ganador de la noche terminó siendo Sergio Massa que sumó una silla al binomio de poder que conforman AF y CFK. El tigrense tiene un desafío por delante, ser la voz de un electorado de centro que se dividió entre el acompañamiento al Frente de Todos sin ser kirchnerista y el voto a Juntos por el Cambio sin ser macrista. De lograrlo está claro que la presidencia de la Cámara de diputados le quedará corta a mediano plazo.
Un último punto a mencionar en el Frente de Todos pasa por el traspié de la liga de los gobernadores. Ese bloque de poder que empuja Juan Manzur apalancado por los dos caballitos de batalla de Santa Fe y Entre Ríos que redujo sensiblemente su caudal electoral con relación a las PASO y perdió volumen al interior del nuevo oficialismo. Más que Perotti y Bordet, hoy el bolillero se mueve en favor del cordobés Juan Schiaretti. Otro ganador silencioso del 27 de octubre.
Del otro lado del tablero, la futura oposición deberá hacer política bajo un gran enigma: ¿qué hacer con Mauricio Macri que perdiendo pareció ratificar el liderazgo del no peronismo? Particular pero el futuro del presidente no parece ser muy distinto al que recorrió Cristina entre el 2015 y el 2019. Líder de una franja de la sociedad pero obstáculo inicial para ampliar más allá del lo propio y seguramente vetado al interior de la coalición Cambiemos.
Es que cuando Macri parecía muerto se decidió por hacer política, y con las marchas del #SiSePuede endureció su vínculo con ese electorado no populista que requiere de una representación política. Las urnas de octubre fueron un cable a tierra para varios dirigentes que se probaban el traje de jefe de la oposición y en adelante deberán lidiar con un presidente saliente que buscará hacer del acto en el obelisco, la plaza de Mayo de Cristina Fernández.
Larreta era el hombre del entendimiento que muchos señalaban como el indicado para encarar una renovación del macrismo, ahora necesariamente abierto al diálogo y al acuerdo político por su rol de oposición. Macri lo entendió claramente, y desde la fortaleza del 40% de los votos inició la transición con Alberto buscando crear un relato que va más allá del 10 de diciembre.
Oficialismo y oposición es un juego de dos, y seguramente Alberto Fernández decida polarizar con un Macri que dejará el cargo con una altísima imagen negativa. Sostener a Mauricio será una tarea del próximo gobierno, y correrlo el desafío de la futura oposición.
Volviendo al mensaje de las urnas, la moderación que fue el germen de la candidatura de Alberto Fernández será en adelante el desafío para consolidar su gestión de gobierno. Tendrá su luna de miel mientras acomoda la botonera del estado, y en épocas de pocas buenas noticias para comunicar podrá hacer uso del ex presidente. Cualquier semejanza con el pasado reciente es pura casualidad.