Por Julian Goldin: Licenciado en Ciencia Política
Finalmente, Argentina ganó un mundial. ¿El de fútbol? Ya sabemos que no. ¿El de básquet? Todavía falta un mes para que se juegue. Este torneo era bien distinto: Lo jugaban solo los países emergentes, y dentro de esta lista, Argentina fue elegida como la economía más dependiente y vulnerable de todas. El ranking lo elaboró la agencia norteamericana Bloomberg, la misma en la que Mauricio Macri anunció por primera vez su intención de ser reelegido como presidente. Lo hizo en inglés (con su frase “I´m ready to run”), instantes después de su reunión en la sede neoyorquina del FMI. Tantos símbolos no hacían más que dejar en claro una cuestión: La elección argentina del 2019 se jugaba en la economía.
Veamos entonces porque, mientras hace apenas un año y medio desfilaba a su tranquila reelección, el gobierno argentino llega hoy a estas primarias presidenciales con la lengua afuera:
-Después de casi 4 años de gobierno, deja como herencia una de las monedas más volátiles del mundo, y a pesar de haber prometido finalizar su mandato con un dólar a cambio de $23, en la semana misma de las primarias alcanzaba un nuevo récord de $47.
-Pero la de dólar no fue la única promesa incumplida desde las esferas de Cambiemos: La meta de inflación del 10% proyectada para 2018, fue superada por más de 36 puntos, llegando prácticamente a un 47% anual. Fue la más alta en los últimos 27 años, aunque el presidente había declarado en campaña que la inflación sería “el problema más fácil de solucionar”.
-Argentina pasó también a ser el paìs más endeudado de América Latina, con un elevadísimo ratio del 90% respecto al PBI (y un 40% de vencimiento a corto plazo). A pesar de este fenomenal endeudamiento, el déficit de cuenta corriente alcanza un 2% del PBI, y las reservas internacionales de cobertura son también de las más bajas de la región (86% en comparación al PBI, respecto al 160% de Brasil).
-A pesar de prometer una reforma fiscal, que implicaría entre otras cosas la eliminación del Impuesto a las ganancias, un 60% más de personas lo pagan desde 2015. Sin embargo, solo en 2018 los sueldos perdieron casi un 15% de su poder adquisitivo.
-Los indicadores económicos-sociales no fueron tampoco de ayuda para la campaña del gobierno: Lejos de la pobreza cero prometida en 2015, solo el año pasado 2,7 millones de personas nuevas cayeron en la línea de pobreza, llegando a la alarmante cifra del 32%. Uno de cada dos niños argentinos hoy es pobre. Y en un 2019 donde se esperaba cierta reactivación económica, la industria y la construcción cayeron un 9,4% solo en los primeros 6 meses.
En este contexto, el equipo electoral encabezado por Durán Barba y Marcos Peña ve las PASO* como una oportunidad de resurrección. La realidad es que desde el 2007, cuando Macri se impuso como jefe de gobierno en CABA, nunca han perdido una elección. Puede decirse que estas campañas se encuentran dentro de su “zona de confort”. Por eso, sin grandes resultados económicos y sociales para mostrar, en Cambiemos apuntan de lleno a su estrategia emocional. La muestra más explícita fue la del presidente en twitter, afirmando que “no se necesitan argumentos y no es necesario dar explicaciones” a la hora de votar. Reenfocándose así en cierta batalla cultural que arrojó triunfos en 2015 y 2017, se afianzan en algunos ejes discursivos como “Futuro vs pasado”, “Transparencia vs corrupción” y “Libertad Vs. Autoritarismo”. Todos haciendo referencia a la famosa grieta “Cambiemos Vs. Kirchnerismo”.
Del otro lado, la fórmula Fernández-Fernández apunta justamente a la estrategia “despolarizadora”. El primer paso fue el corrimiento de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner a la vicepresidencia, evitando la deseada confrontación “Macri- Cristina”, y dando paso a una figura más moderada y negociadora como la de Alberto Fernández, ex jefe de gabinete en los primeros tiempos kirchneristas y hoy candidato a presidente por el “Frente de todos”. El segundo paso fue la búsqueda de una lista lo más amplia posible, cerrando viejas heridas con referentes del peronismo como Sergio Massa y acercándose a nuevas figuras, anteriormente alejadas del kirchnerismo. Por último, se apuntó a una campaña que se centralice en los problemas de la economìa y de la vida cotidiana, buscando de una vez por todas ganarle la centralidad del discurso electoral al macrismo.
La pregunta que surge entonces ante este escenario es: ¿Sigue existiendo en el presente ese kirchnerismo con el que Cambiemos confronta? ¿Le alcanzará con esa estrategia de polarización para nuevamente ganar una elección? ¿O terminarán pesando más las consecuencias de este duro escenario económico-social? Las encuestas hablan en general de una diferencia promedio del 5% a favor de Fernández- Fernández. Pero los números del domingo son los que realmente hablarán. Y a esta altura en el gobierno esperan los resultados con la lengua afuera.