Grecia, al igual que España, Italia y Portugal ha ocupado un lugar secundario en el armado europeo, siendo el lugar de la especulación inmobiliaria por ser destino de vacaciones de alemanes e ingleses principalmente, por eso son las naciones del sur del continente las que más afectadas se ven y en crisis están inmersas. Desde la periferia europea, los griegos que son responsables solamente del 2 % del PBI de la Unión, dijeron OXI al sistema de la especulación que les exigía un terrible plan de ajuste a cambio de ayuda económica, algo así como una suerte de suicidio frente a la opción lapidaria de la UE. Pudieron decir que no porque quien meses atrás recibió la confianza de su pueblo, se las devolvió ayer, pasando la posta de la determinación y decisión a manos de quien es su primer y último garante. Syriza se parece a los griegos, al igual que los griegos se parecen a su partido oficialista.
La incertidumbre no corre únicamente por parte de la población y el gobierno helénico sino también para la Troika, que se ve en las numerosas reuniones que sostienen antes de reunirse con Tsipras y su equipo (donde el ex ministro de finanzas Varufakis fue reemplazado por Tsakalotos, quien era hasta el lunes el viceministro de Relaciones Económicas Internacionales, por presión de la Troika).
Tanto los nuevos y recientes procesos en España y Grecia como los gobiernos latinoamericanos que hace más de diez años comenzaron con políticas regulatorias y de distribución, son indicadores claros sobre el cambio que desde las periferias del sistema y lugares secundarios se está produciendo en la vetusta estructura neoliberal, dando batallas contra fondos buitres y poderes políticos y judiciales externos que exigen el pago de deudas a cualquier costo humano. Se puede apostar a que el diálogo entre estos países y otros aliados internacionales forjarán nuevos armados legales que regulen al capital financiero, un capital que se ha vuelto perjudicial para las sostenibilidad misma del propio sistema, porque es un capital rentista, que no produce ni invierte, es decir no está asociado al trabajo sino a la circulación de dinero por distintas bolsas del mundo que encuentra posibilidades de ganancia en la compra de bonos de países en vías de desarrollo, en la burbuja inmobiliaria y en la especulación con los commodities. Son los países en vías de desarrollo y los europeriféricos que conducidos por gobiernos heterodoxos hacen templar la estructura que deberá cambiar tarde o temprano. No se habla de la lucha por la lucha misma, ni el cambio por el cambio en sí, como las entelequias tan gastadas pero aún oídas por la metrópolis argentina de boca de quienes más ganas tienen de defender los intereses buitres, sino, la por reestructuración del sistema financiero que acompañe al nuevo e irreversible mundo multipolar, que permita asociar el crédito al trabajo para generar vidas de dignidad en cualquier latitud del planeta. Hace dos días en Grecia hizo eco el mismo mensaje que los latinoamericanos dimos años atrás, que en el corto plazo tomará formas más concretas para que en los años que siguen no sea necesarios referendos contra el ajuste.

Ignacio José Bustinza
