El presidente recibió al gobernador de la provincia de Buenos Aires en una semana clave para Axel Kicillof que buscará avanzar en el senado bonaerense con su proyecto de ley de tarifas para empezar a ordenar la herencia recibida por la gestión de María Eugenia Vidal.
El encuentro en la Casa Rosada vino a acallar las versiones que desde los medios de comunicación aventuran un frío en el vínculo entre los dos dirigentes con mayor peso electoral del Frente de Todos. Una foto con la que Alberto le sumó musculatura política al gobernador luego de haber recibido también a la mañana de hoy al intendente de Lanús, Néstor Grindetti, que juntó Jorge Macri son las dos voces que articulan a Juntos por el Cambio en ausencia de Vidal.
El proyecto con el que Kicillof busca reordenar el esquema impositivo de la provincia es medular para las cuentas de una provincia que tiene por delante vencimientos cuantiosos en dólares que solo en el mes de enero superan los US$ 500.
El gobernador perdió inicialmente la pelea por la narrativa, y la ley de tarifas fue encasillada bajo la compleja etiqueta del «ajuste» y la «desproporcionalidad». No importó que la razón estuviese del lado de Kicillof, los grandes medios condicionaron la opinión pública y le regalaron un escenario unificación al vidalismo que le permitió presionar por modificaciones sustanciales en los gravámenes.
Asumido el error inicial del gobierno bonaerense, propio de un gabinete compacto y homogéneo pero que carece de voceros con capacidad de intervención en la opinión pública, Kicillof se abrió al diálogo y dio lugar a la política para ceder primero y obligar luego a Juntos por el Cambio a sentarse en la mesa de negociación y empezar a dar forma a una ley que seguramente saldrá el día miércoles mientras Vidal continúa en París y queda eximida del costo de una economía provincial golpeada por su deficitaria administración.
El gobernador pecó inicialmente de un error de implementación que habla de su esencia. El hermetismo con el que acumuló poder político, más asociado a la delegación de imagen de Cristina Fernández que a la construcción de grandes consensos lo terminó esmerilando a menos de un mes de su asunción. Una máxima que deberá tomar Kicillof, el método que fue certero para la campaña electoral, no necesariamente lo será para la gestión de gobierno.
Con el respaldo de la totalidad de los intendentes del Frente de Todos, e incluso de los jefes municipales “independientes” del interior bonaerense, el gobernador terminó dándole volumen político a su proyecto de ley que la Casa Rosada tomó como propio.
No hay margen para interpretaciones aventuradas, el destino de Axel y Alberto es el mismo, y por primera vez para el peronismo desde por lo menos la vuelta de la democracia, Presidente y Gobernador son parte del mismo equipo. Kicillof no es Scioli y los recursos políticos y económicos del ejecutivo nacional no estarán orientados a condicionar al gobernador.
Esto último no es poca cosa, y sino sería cuestión de preguntarle a la propia Vidal por vivió en carne propia el esmerilamiento constante de Marcos Peña.
En fin, Alberto Fernández y Axel Kicillof, la reunión de 18 millones de votos- que fueron los obtenidos por cada uno el 27 de octubre-, un polo de poder en la Argentina que busca no solo reorientar recursos económicos para motorizar la economía, sino que bien podría inaugurar un nuevo vínculo entre los dos pesos de pesados del sistema institucional argentino, Presidente y gobernador bonaerense. Todo un desafío de la democracia Argentina.