Los zapatos de Daniel, el candidato del pueblo

Lentamente comenzamos a recorrer las dos semanas finales hasta el ballotaje presidencial. Mucho se ha habado sobre traiciones, “fuegos amigos” y facturas al interior del Frente Para la Victoria. Mucho más se hablará a partir del mismo 22 de noviembre, sin importar el resultado. La convivencia se vuelve más incómoda cada día, y los dichos y las acciones de muchos y de muchas que, en teoría, o tal vez por simple ética, deberían apoyar la candidatura de Daniel Scioli, no despiertan demasiada confianza.

Por desgracia, son demasiados y demasiadas los que sólo parecen interesados en garantizar su futuro, e incluso consideran que una victoria de Mauricio Macri constituye el horizonte dorado para continuar desplegando una lógica política de amigo-enemigo, a la que la sociedad en su conjunto le ha dado la espalda. Esos mismos que sueñan con escenarios catastróficos convertidos en panaceas, son los que, desde hace tiempo, han firmado sin éxito el cerficado de defunción del peronismo. Poco es lo que han  conseguido: designaciones con promesas de revisión post-electoral, estiletazos arteros  sobre el candidato partidario, disminución de un 10% de aquel segmento de la sociedad que antes decía que nunca votaría a Macri, y hoy ha cambiado de posición, no porque haya decidido votarlo, sino por simple hastío ante tanta soberbia desplegada.

Por desgracia, son demasiados y demasiadas los que sólo parecen interesados en garantizar su futuro, e incluso consideran que una victoria de Mauricio Macri constituye el horizonte dorado para continuar desplegando una lógica política de amigo-enemigo, a la que la sociedad en su conjunto le ha dado la espalda.

En el medio de unos y de otras, la candidatura de Daniel Scioli ha recuperado terreno, desafiando la propaganda de su competidor y el “fuego amigo”, a esta altura ya convertido en una especie de incendio. ¿Magia? En modo alguno. Simplemente la respuesta que la militancia peronista y popular ha concedido a quien, sin contar con mucho más que con sus propias fuerzas, ha demostrado tener el temple y la energía  ponerse a la cabeza de los destinos de la Patria.

A veces, contadas por cierto, los procesos históricos nos dan sorpresas, impensadas tal vez al principio, perfectamente comprensibles en su decurso. Como candidato del FPV, Daniel Scioli se vio obligado a asumir la defensa de un conjunto de políticas y de acciones, algunas de las cuales eran cuestionadas por él mismo y por la sociedad. Ello le significó recibir cuestionamientos, críticas injustas, y un respaldo siempre entre magro y destructivo. No es momento de hacer nombres. Cada cual sabe a quien le cabe el sayo. Algunos decidieron apostar, en forma encubierta, por la victoria de Macri, la radicalización del conflicto y un eventual retorno. Otra dirigencia, claramente diferenciada de esos sectores, decidió tomarse vacaciones anticipadas y aguardar al 23 de noviembre para negociar con el vencedor, tomando distancias para no hacerse cargo de los costos que significará la herencia de un kirchnerismo que los dejó de lado. Para unas y otros cae como anillo al dedo aquella terrible sentencia de Evita: «le tengo más miedo al frío del corazón de los compañeros que olvidan de dónde vienen, que al de los oligarcas».

Sin embargo, tras la terrible noche del 25 de octubre, una vez humedecidas las bengalas del Hotel Intercontinental y clausurada la celebración en el Luna Park, Daniel Scioli se levanto decidido a convencer a los incrédulos, a los débiles de espíritu, a los heridos por el “fuego amigo” de quienes nunca fueron peronistas o que en algún momento dejaron de serlo, seducidos por las mieses del poder y la riqueza. Junto a él, su incansable compañera Karina, sus consejeros y acompañantes de siempre, sus equipos, decididos a acompañarlo en el indispensable golpe timón que exigía su campaña. Menos FPV y más Daniel, más peronismo de Perón. Menos hoteles VIP y más salir a gastar los zapatos, más barro y  menos sushi. Más contacto con su pueblo, y más protagonismo para esas grandes mayorías que son las que siempre tienen más para perder de una administración neo-liberal.

 

¿Pa radoja? ¿Magia? En modo alguno. Daniel volvió a ser Daniel, el pueblo peronista volvió a ocupar el centro de la escena, negado durante tanto tiempo. Y la militancia de base, esa que nunca rehuyó el contacto con su pueblo, se puso al hombro la campaña. Sin medios, casi sin materiales, ante la negativa de aquell@s que apostaron a la victoria de Mauricio Macri de girar recursos para la candidatura popular. Quisieron hundirlo, y sólo consiguieron sacar a la luz ese aspecto tal vez menos visible de Daniel Scioli: su natural entendimiento con  el pueblo, su condición de líder natural. “Uno de nosotros”, ni empresario ni principe. Un laburante. Un pibe del Abasto que creció y se convirtió en la promesa del pueblo argentino.

 Daniel volvió a ser Daniel, el pueblo peronista volvió a ocupar el centro de la escena, negado durante tanto tiempo. Y la militancia de base, esa que nunca rehuyó el contacto con su pueblo, se puso al hombro la campaña.

Los responsables del “fuego amigo” no lo comprendieron. Algunos porque, en su supina ignorancia, descalificaron a Perón sin conocerlo. Otr@s, porque en su soberbia y modales aristocráticos nunca se sintieron parte del pueblo, sino líderes esclarecidos capaces de arrear a la mayoría anónima. Perón les había dado una pista: «Para conducir a un pueblo la primera condición es que uno haya salido del pueblo, que sienta y piense como el pueblo.” Conducir, aseveraba el General, es persuadir. El pueblo peronista no requiere de jefes, sino de conductores. Los jefes en las empresas, quienes los buscan consideran que el Estado es una mera agencia de colocaciones.

 

De este modo, la renovada comunión entre Daniel Scioli –el verdadero-, el pueblo, la militancia de base y laderos de siempre comenzaron a recuperar a paso acelerado el terreno perdido. Sin importar ese “fuego amigo” cada vez más intenso. Sin importar las defecciones de unos y las distracciones de otros.

 

El viernes pasado, en el acto presidencial de inauguración del Segundo Tramo del Polo  Cientifico-Tecnológico, los zapatos gastados y embarrados de Daniel Scioli contrastaban con los perfumes y la cuidada etiqueta del resto del elenco. Zapatos con olor a pueblo. Zapatos gastados de caminar las calles. Como los de Perón, los de Evita y, mucho más acá, de Néstor Kirchner.

 

A propósito de Néstor Kirchner, hace unos días se viralizó un viejo discurso arengaba a la sociedad a votar por otro Daniel (Filmus), en el ballotaje de la CABA en 2007. “Mauricio es Macri” –sostenía Néstor- El representa los intereses del modelo neoliberal, es la verdad. Hoy lo pueden llamar Mauricio, pero siempre es Macri. Acuérdense bien de esto… él habla de los jubilados y nosotros mandamos la Ley Opción Previsional, señor Macri, y usted la votó en contra porque está ligado a otros intereses. No es malo que lo haya hecho, lo importante es que cada uno represente los intereses que dice representar».

 

¿Qué sentiría hoy ése mismo Néstor Kirchner si pudiera ver el “fuego amigo” desplegado sobre la candidatura de Daniel Scioli por aquell@s mism@s que pretenden  presentarse como sus hereder@s?  Por qué los compadres de Néstor, Lula, Evo Morales y hasta el propio Pepe Mugica, expresan su respaldo indudable a Daniel Scioli, y Carta Abierta y kirchnerismo duro lo cuestionan o le juegan en contra? Será tal vez porque Néstor Kirchner nunca se sintió Kirchnerista, sino peronista, heredero y continuador del legado del General Perón y comprometido con su pueblo al punto de ofrendarle su propia vida?

 

Otra perlita. En las denominadas listas “testimoniales” para las elecciones de 2009, Néstor eligió para acompañarlo a Daniel Scioli y a Sergio Massa. Aunque algun@s prefieran hacerse l@s distraíd@s, siempre, y sobre todo en los momentos decisivos, Néstor decidió apoyarse en el peronismo. Sabía quienes eran los leales. Los otros simplemente buscaban el poder o el beneficio económico. Y las elecciones se ganan sumando votos. Como decía el general: “El noble hogar del gaucho se construye con paja y con bosta.” Néstor leyó a Perón. Daniel también. Algun@s otr@s, por ignorancia o desidia, trataron de ensayar otras combinaciones, o decidieron prescindir de alguno de esos ingredientes básicos.

 

Para Daniel Scioli, la etapa que lleva al ballotage significa no sólo un esfuerzo inhumano sino también un fabuloso aprendizaje que permitió poner a prueba lealtades, respaldos y, sobre todo, su indiscutible arraigo popular. Pero Daniel Scioli es peronista, y no puede proclamar –como Margarita Stolbizer- que “ya ganó” sólo por esto. Daniel Scioli debe ganar, porque en esa definición electoral está en juego el destino de la Patria, el trabajo y el pan en la mesa de cada argentino. Y también el futuro de otros países hermanos latinoamericanos.

 

A diferencia de la antigua dirigencia de Montoneros, o de otras opciones más actuales y ligadas a la generosidad del tesoro público, un peronista jamás ordenaría a sus seguidores que se inmolaran en beneficio de una causa, mientras se encuentran cómodamente instalad@s sobre la fortuna acumulada en virtud de esa causa, y a conveniente resguardo de todo fuego, tanto “amigo” como “enemigo”. En las últimas semanas, precisamente a partir de las PASO, otro que sabe bastante sobre los sufrimientos y las necesidades humanas, que nunca se sintió jefe sino conductor de pueblos y de almas, dejó de atender a un@ Jef@ de Estado que lo interpelaba a menudo. Hay cosas que no se hacen, que cercenar la dignidad humana, el respeto por el otro. Daniel Scioli no mereció el mismo trato. Las tres T de Francisco –Tierra, Techo y Trabajo-, continúan siendo la inspiración de su programa presidencial.

 Daniel Scioli debe ganar, porque en esa definición electoral está en juego el destino de la Patria, el trabajo y el pan en la mesa de cada argentino. Y también el futuro de otros países hermanos latinoamericanos.

Por eso, pese a gestos, defecciones y ausencias deliberadas, tras del alineamiento del pueblo argentino tras la candidatura de un Daniel Scioli con sus zapatos embarrados y al borde del agotamiento de sus últimas energías, está el respaldo de Perón, de Evita, de Néstor Kirchner y de todos los mártires y militantes de la causa popular, actualizando aquella sabia sentencia de Evita: «Tenemos que convencernos para siempre: el mundo será de los pueblos si los pueblos decidimos enardecernos en el fuego sagrado del fanatismo.»

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Alberto Lettieri

Doctor en Historia, Director Academico del Instituto de Revisionismo Historico Manuel Dorrego, Profesor Titular (UBA), Investigador Conicet, Escritor // Twitter: @albertolettieri