Previsibilidad vs Soberanía: una respuesta a Rosendo Fraga

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En los últimos días, en torno a la discusión sobre el default de nuestro país, Rosendo Fraga ensaya razones y sinrazones del mismo (http://www.nuevamayoria.com/index.php?option=com_content&task=view&id=4421&Itemid=39).

Habla de un tercer gran error histórico en los últimos 33 años cuyo fundamento residiría en hacer de la Argentina un país imprevisible. Los hitos que componen la serie son: la guerra de Malvinas, el default de 2001 y el default de 2014.

En primer lugar cabe criticar la idea de caracterizar como default lo sucedido 2001 cuando se trató de una crisis social, política y económica que dejó a la Argentina al borde del quiebre institucional. Por otra parte no puede menos que causar gracia cuando Fraga habla de lo sucedido en el obelisco tras el mundial, como un hecho que demuestra que la sociedad Argentina muestra niveles de disolución mayores a los del 2001. Resulta una inversión de los hechos cuanto menos grotesca.

Ahora bien, dejando de lado al Rosendo Fraga asesor de la última dictadura militar, nos centraremos en el Rosendo Fraga intelectual neoliberal porque nos encontraremos con algunos de los supuestos de los que parten casi todos los economistas de ese cuño.

Fraga une los tres hechos mencionados a partir de una característica común: el hecho de hacer de la Argentina, un país “imprevisible”. En el desarrollo de su artículo no deja de mencionar el papel de China aportando 11000 millones que daría cierta estabilidad al sistema financiero argentino. Cabe preguntarse si en oriente la vara de la previsibilidad será al revés que en occidente o si hablar de previsibilidad no es una de las formas más comunes de operación comunicacional empleadas en asuntos económicos. Optamos por esta última.

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Pensar el default hoy, nos pone nuevamente frente a lo que nuestro país viene discutiendo a lo largo de los últimos 13 años: su soberanía. La Argentina ha mostrado ser a ese respecto, absolutamente previsible. Todo es posible de ser negociado menos la dignidad que emana de un gobierno que toma decisiones que fortalecen al Estado en su soberanía.

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En economía es corriente hablar de decisiones del Estado que dotan de previsibilidad a las variables económicas, de modo tal que se brinde un marco de cálculo racional para los inversores privados que en cualquier sistema capitalista aparecen como el principal motor de la producción. Por lo tanto ¿qué debería hacer un intelectual si quisiera horadar una política económica llevada a cabo desde el Estado? Es claro: atacar la política por el lado de la previsibilidad. De este modo el Estado se vuelve responsable de un caos generalizado que pone en fuga a personas de bien, que no piden más que un clima razonable de negocios. La derivación lógica no puede ser otra más que suponer que quienes están en cabeza de tales políticas son personas carentes de discernimiento y por tanto de capacidad, casi una concepción jurídica.

Aparecen entonces las declaraciones de Mendez, titular de la UIA, mencionadas por Fraga quien sostiene que “el país no puede estar en manos de una mujer y un chico”. Claro está que sólo un primate lombrosiano del siglo XIX puede sostener que una mujer por su condición de mujer no está calificada para gobernar, pero dejando de lado esos desvaríos, lo cierto es que se conectan las ideas de imprevisibilidad-caos-irracionalidad-locura, tema delineado ya en el título, razones y sinrazones del default. De un lado la razón, del otro la locura.

Es entonces que las ideas de Fraga nada tienen que ver con discutir una política económica sino más bien con brindar un marco discursivo de unidad para la oposición. Esto queda reflejado sobre el final del artículo en que la conclusión ni siquiera versa sobre el default, sino sobre una expresión de lamento por la desorganización de los representantes políticos de los intereses foráneos.

Pensar el default hoy, nos pone nuevamente frente a lo que nuestro país viene discutiendo a lo largo de los últimos 13 años: su soberanía. La Argentina ha mostrado ser a ese respecto, absolutamente previsible. Todo es posible de ser negociado menos la dignidad que emana de un gobierno que toma decisiones que fortalecen al Estado en su soberanía. Esto implica que las decisiones son tomadas en primer lugar teniendo en el horizonte el crecimiento de nuestra nación, y no los intereses particulares; lo que no quita que esos mismos intereses particulares no puedan ser armonizados con un crecimiento general de nuestro país. La función de la política es precisamente armonizar los intereses en suelo argentino para la comunidad argentina. De eso nada nos dice Fraga, la SRA o la UIA; y está bien que así sea. El problema se presenta cuando los discursos de intelectuales sectoriales pasan a ser discursos adoptados por la oposición política o la oposición mediática y las repercusiones que tienen en la creación de un sentido común que no se condice con la búsqueda del bienestar general la nación.

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