Tres tristes tigres: corrupción, inseguridad, inflación

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Cuando se instala en el debate público alguno de estos temas o los tres (inflación, inseguridad, y corrupción) es porque se ha corrido el eje de la discusión sobre un proyecto de país. Y el debate público no se instala porque sí. Los grandes medios de comunicación son los que se encargan de que esto suceda, porque a esta altura del partido continuar sosteniendo que los grandes conglomerados mediáticos «reflejan» la realidad ya suena a chiste. También es cierto que si se ha corrido o perdido el eje de discusión es en parte también responsabilidad de los sectores políticos de la sociedad.

Hablar de inflación es no querer hablar de economía, de re-industrialización, de distribución equitativa del ingreso, de balanza comercial, de des-endeudamiento. O dicho de otro modo: si abordar las problemáticas económicas requiere casi de forma excluyente sostener metas inflacionarias eso ya nos habla del tipo de políticas económicas ortodoxas a las que nos quieren llevar.

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Problematizar sobre la estructura económica-social del país requiere difundir diagnósticos pero también proyectar caminos, ver el qué pero también el cómo.

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Problematizar sobre la estructura económica-social del país requiere difundir diagnósticos pero también proyectar caminos, ver el qué pero también el cómo. Los pronosticadores crónicos del apocalipsis económico en nuestro país muchas veces parecen que viven en un tupper, no les vendría mal leer de vez en cuando los documentos de sus usinas ideológicas, como puede ser el Fondo Monetario Internacional. En su informe «Perspectivas de la economía mundial. Abril 2014», el organismo proyecta un crecimiento para las «Economías de mercados emergentes y de desarrollo» (en las cuales se inscribe América Latina y el Caribe) de más del doble en comparación con las «Economías avanzadas». Estos datos no aparecen en el relato opositor adicto a tratar exclusivamente la inflación.

Tema aparte son las «recomendaciones» que hace el organismo para nuestras economías latinoamericanas, que se fundan básicamente en la reducción del «gasto». El Ministro de Economía, Axel Kicillof, afirmó luego de su viaje para participar de las asambleas tanto del FMI como del Banco Mundial, durante el mes de abril, el rechazo de la Argentina a las recetas de ajuste frente a la crisis.

Otro falso debate es la instalación del «aumento» de la «inseguridad». En primer lugar, no se cuestiona la veracidad de esta «sensación» generalizada de que en los últimos años han aumentado los delitos en Argentina. El coordinador de Seguridad Ciudadana para América Latina y el Caribe del Banco Mundial, Rodrigo Serrano-Berthet, expresa textualmente “Inclusive en los países con bajas tasas de homicidio, como Argentina o Uruguay, la sensación de inseguridad es altísima debido en parte a los altos niveles de victimización, principalmente robos y hurtos y al nivel de violencia asociado con ellos”.

Si hablar de corrupción se trata, está a la orden del día apuntar al Estado y a sus funcionarios como destinatarios primarios. Sin embargo, ¿Alguien se pregunta en la discusión pública el rol del sector privado como contra-parte de los hechos de corrupción? El establishment económico suele reclamarle al Estado «seguridad jurídica» y «reglas claras», pero no es este sector el que precisamente respete las «reglas claras» de un Estado Nacional en cuanto a evasión de impuestos, acopio de cosechas, explotación laboral infantil, por mencionar solo algunos de los delitos que históricamente cometió y comete el sector económico concentrado y que ha sido altamente perjudicial para el desarrollo del país.

Escuchar a los dirigentes políticos opositores al kirchnerismo hablar únicamente de estas cuestiones, y sin profundizar al respecto, suena más a un trabalengüa que a una propuesta seria e inclusiva de un proyecto de país.

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