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Lejos de una esperable reacción de repudio por parte de los referentes del arco opositor, las destempladas e insultantes palabras que les dedicara un atacado Jorge Lanata hace unos días -recordemos que el periodista había expresado en su programa radio que “toda la oposición no junta un balde de bosta, no sirve para una mierda”- operaron como un ordenamiento de la tropa, como un nuevo llamado al alineamiento explícito con los mandatos y la agenda del grupo Clarín.
De este modo y casi de inmediato, se aprestaron a condenar enfáticamente la decisión de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca) de iniciar el proceso de adecuación de oficio contra el multimedio tras haberse detectado numerosas irregularidades en el plan propuesto voluntariamente, irregularidades que no pudieron ser refutadas ni siquiera por los integrantes del directorio que responden al FAP y a la UCR, quienes optaron por abstenerse en la votación.
A los presidenciables opositores les quedó claro que para ellos no existe esta posibilidad de abstención y que deben tomar partido en forma perentoria ante cualquier iniciativa que afecte los intereses monopólicos del grupo. Por ello asistimos en estos días a su acostumbrado desfile por los canales de televisión con la remanida y sobreactuada indignación ante supuestas maniobras contra la libertad de expresión y el avance del Gobierno contra los medios “independientes”. En realidad, esta conducta no hace otra cosa que avalar una vez más la intención de incumplimiento de la Ley de servicios de comunicación audiovisual, sancionada hace ya cinco años.
Pero el paroxismo de esta actitud de servil acatamiento se vivió en el propio programa de Jorge Lanata cuando el diputado nacional Hermes Binner y el senador Radical Ernesto Sanz se comunicaron para expresar a su turno, insólitamente, su acuerdo con las palabras del periodista. El primero manifestó con su habitual tono de mansedumbre que el enojo de Lanata era “lógico”, mientras que el senador no solo dijo que el “reto” a la oposición estaba bien, sino que – en lo que pareció un pedido de disculpas por confesa inoperancia- prometió que en caso de llegar a la presidencia en 2015, va a impulsar la derogación de muchas de las leyes que el oficialismo ha conseguido aprobar en los últimos tiempos.
Si bien este comentario de Sanz tal vez configure el caso más palpable de auto humillación entre los voceros políticos de Clarín, varios otros legisladores han manifestado esta misma intención de derogar leyes, con lo cual buscan exhibir que acaso desde el Ejecutivo podrían lograr lo que no consiguieron ni siquiera durante los días del grupo A en el Congreso: complacer los designios de los poderes corporativos y cambiar de este modo reproches e insultos furibundos por el dulce arrobamiento de la protección y la tutela mediática.
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