Crónica de Los Leales contra Las Bestias

Esta crónica no le va a contar cuántos referentes de la política había ayer en la Plaza acompañando a Hebe de Bonafini y ni si quiera intentará transcribir sus declaraciones. Esta crónica va a contarle sobre Los Leales, que ayer hicieron historia.

“Pusieron dos camiones hidrantes en la puerta de donde sale la camioneta de Madres para que no puedan ir a la Plaza” cuenta Camila, una joven delegada de ATE a la que todavía le tiembla un poco el cuerpo producto de la adrenalina, que aún no sabe en qué momento se le pasará.  “Nosotros hicimos un cordón para que no puedan entrar. Una vez que Hebe y las madres estaban arriba (de la camioneta), nos corrieron y en una jugada maestra, la camioneta salió por la vereda, esquivando a los policías”.

Camila cuando despertó ese día para ir a reunirse con sus compañeros de ATE, no pensó jamás cómo iban a transcurrir las horas siguientes. A pocas cuadras de la Universidad de Madres de Plaza de Mayo, estaban en un plenario cientos de jóvenes militantes gremiales, que no dudaron ni un segundo en salir a ponerse firmes en las puertas de Hipólito Yrigoyen al 1300 para evitar el allanamiento y que se llevaran a Hebe detenida.

Muchos de ellos tardaron en salir de su asombro y no se imaginaban que ese día, en ese momento y en ese lugar, estaban escribiendo la historia. Ese mismo instante en el que la rápida reacción y reflejos le ganaron al miedo, los convirtió en lo que esta crónica decidió nominar como “Los Leales”.

Los Leales caminaron rápidamente desde el Congreso hacia Plaza de Mayo para acompañar la habitual ronda de los jueves. La vuelta número 1999 que las Madres darían a la Pirámide de Mayo. Una vuelta distinta, con un condimento particular, cargada de más emociones que lo acostumbrado.

Cuando llegaron a la Plaza, se aseguraron de organizarse alrededor de la Pirámide de Mayo cerrando una ronda perfecta que, desde afuera de ella, se veía como una gran coraza de brazos cruzados entre sí.

Los periodistas buscaban la mejor foto de las Madres marchando. Se golpeaban entre ellos y dificultaban el lento caminar de las viejas que intentaban abrirse paso y asegurar dejar una huella en esa plaza, ese día tan especial.

Camila contó que pudo ver cómo una de las Madres antes de subir a la camioneta, miró a los efectivos policiales y tomó con coraje el bastón que sostiene su débil cuerpo, para alzarlo sobre su cabeza. Los miró fijo a los ojos, su rostro que no disimulaba ni las arrugas ni las tristezas por las que tuvo que atravesar, logró penetrar todas las miradas. Desde Los Leales que la observaban con amor, hasta las Bestias que la miraban con desprecio.

En poco tiempo, la Plaza de Mayo, la siempre testigo de las mejores gestas populares y de las peores atrocidades, comenzaba a llenarse cada vez más de Los Leales que corrían para participar del enorme abrazo.

Durante el discurso de Hebe todos estaban atentos. La mujer que hablaba era un símbolo de lucha por la memoria, verdad y justicia. La mujer que hablaba por el micrófono había logrado resistir durante años los embates. Este, era un intento más de la restauración conservadora, que aún no soporta ni se acostumbra a su existencia.

Los Leales escucharon todas y cada una de sus palabras. Una abuela con lágrimas en los ojos, abrazaba a una joven que le decía “las voy a acompañar, me quedo acá, no me voy hasta que estén todas en su casa”.

La mujer que atiende el stand donde se venden las publicaciones de Madres, comienza a repartir un libro al grito de “esto deberían leer todos los periodistas, a ver si les queda claro de una buena vez”. Se trata de la biografía de uno de los más grandes Bestias que ha tenido que soportar nuestra historia. “Massera, el genocida” es el título del libro que adquirirá muchísimo sentido en ese contexto, con tan sólo leer las tres primeras páginas que corresponden al prólogo de Osvaldo Bayer.

Cerca de las 16 horas, llegó el momento de salir de la Plaza. Los Leales se aseguraron de acompañar a la camioneta hasta la sede de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo. Una primer columna de mujeres y hombres agarrados de los brazos se abren paso por Avenida de Mayo al canto de “Con Hebe no se jode”.

Las caras de preocupación de Los Leales no se disimulan. A lo lejos se podían divisar las luces de los autos de la Policía Federal que aguardaban en las inmediaciones del Congreso de la Nación. La columna comienza a avanzar asegurándose de no desprenderse  unos de otros.

“¿Cómo se llama el juez” pregunta una mujer que saca un anotador. “Marcelo Martínez De Giorgi” le contesta un joven, mientras que la mujer se dispone a tomar nota. La columna ya se encontraba cerca de la Universidad de las Madres cuando un hombre desde adelante hizo correr la información “Se fue la policía”.

Los efectivos que se adivinaban a lo lejos, ya se habían retirado. Entre Los Leales se respiraba la sensación de victoria y justicia que acompañaba el sol de esa tarde del 4 de agosto. Los Leales acababan de hacer historia, típicamente Argentina, donde no faltó ni amor ni épica en un momento crítico.

El libro que las militantes de Madres obsequiaban especialmente para los periodistas dice en uno de los párrafos de su prólogo “Al todo poderoso señor de los calabozos de la ESMA lo derrotaron las Madres de Plaza de Mayo. Lo derrotaron nada más que mostrando su dignidad, su coraje, su altruismo, su nobleza sin fronteras. Frente a ellas no pudo ni su poder, ni su picana, ni sus vuelos de la muerte, ni su astiz”.

Una vez más, no pudieron.

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