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La actual mandataria brasileña, Dilma Rousseff, fue reelecta en la jornada del domingo por el 51,64% de los votos sobre el 48,36% de sufragios que obtuvo el neoliberal Aécio Neves, esperanza blanca del establishment brasileño.
En un balotaje ampliamente polarizado como así también reñido, la candidata del Partido de los Trabajadores se aseguró el cuarto mandato que su fuerza política presidirá en el gigante americano.
La elección representa un paso clave para América Latina; gran parte de la campaña estuvo centrada en qué pasaría con el Mercosur si cambiara el signo político que gobierna los destinos del Brasil.
Neves, abiertamente opositor del bloque regional, ya había asegurado que el Mercado Común del Sur no satisface las necesidades de la industria brasileña, por lo que avanzaría contra él.
Pero no todo será color de rosas para la flamante presidenta reelecta: deberá lidiar con un congreso de mayoría conservadora. Queda abierto el desafío y el margen de maniobra para el PT de aquí al futuro. En su primer discurso post reelección, Rousseff afirmó que “avanzará en una amplia reforma política”.
En esta ocasión, no se esperan grandes cambios sustanciales en cuanto a política exterior y económica, por lo que América, tan dependiente de la salud de Brasil, respira aliviada. No así los mercados, que apostaron todo a la victoria de Neves y se mostraron eufóricos ante cada nueva encuesta que lo erigía como ganador de la contienda.
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