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El rol de la banca en una economía capitalista es intermediar entre los ahorristas y los tomadores de crédito. A nivel agregado, los bancos se dedican a canalizar el ahorro hacia el gasto o la inversión. Evidentemente quien realice un panorama del estado de la economía nacional y mundial observará rápidamente que esta primaria función fue relegada a costas de la especulación e incluso maniobras ilegales de lavado de dinero y fuga de capitales. Sin embargo la función social que pueden cumplir en una economía nacional en desarrollo como la nuestra prosigue siendo esencialmente la de canalizar el ahorro hacia la inversión productiva. No obstante, la función social que pudiera desempeñar una empresa o actividad económica, se ve relegado a la hora de maximizar las ganancias. Es por ello que si bien el insumo principal de la actividad bancaria es el ahorro, luego este en vez de ser derivado a la actividad productiva, puede ser destinado hacia actividades especulativas, o de consumo suntuario a corto plazo, con altas tasas de interés permitiendo una reproducción más veloz del capital.
No obstante, merced de la ampliación de las capacidades de intervención del BCRA en el sistema financiero, el organismo tiene nuevas herramientas para regular un mercado donde la propensión a maximizar la ganancia y girarla al exterior ha sido un comportamiento histórico del sector.
Para mantener los niveles de crecimiento es imperioso tener altos niveles de inversión agregada, que en nuestro país implicaría una tasa del 24% del PBI o superior. Aun cuando el ahorro nacional alcanza el orden del 30%, la inversión difícilmente pueda alcanzar estos guarismos, el diferencial, hoy en orden del 8% es el porcentaje de fuga que anualmente sufre la economía. Cortar con esta sangría anual de recursos podría ser el combustible para un nuevo ciclo de crecimiento económico.
Tanto la deuda pública, como de cualquier tipo de crédito, no es intrínsecamente malo o virtuoso, depende de las condiciones del mismo y de la aplicación. Cuando el destino del crédito garantiza la generación de riqueza suficiente para su cancelación, la toma del mismo adopta un carácter virtuoso. A nivel agregado desde 2003 al 2013 la expansión del crédito en la República Argentina duplicó su participación en el PBI, pasando del 8% a casi 16%. Sin embargo estas estadísticas no verifican de ningún modo que este porcentual se destine hacia la inversión productiva, por lo contrario, la mayoría del stock de créditos de la banca privada es hacia la financiación del gasto con tarjetas de crédito y personales, muy de lejos se sitúan los hipotecarios y la inversión productiva. Incluso con una tasa de inversión del 22% como la actual, si el crédito bancario es el 16% del PBI, denota que gran parte de las inversiones es movilizada por el ahorro propio y no por el virtuosismo del sistema financiero bancario. En definitiva, los bancos han acumulado ganancias en los últimos 12 meses por $29.000 millones, pero lejos han estado de cumplir con su objetivo social.
Para cubrir este vacío generado por el sector privado, el Estado ha lanzado varias iniciativas de crédito productivo, las principales: Créditos del Bicentenario, Inciso K y línea de crédito productivo (10% del stock de ahorros captados por bancos). Entre todas estas líneas se totalizan $200.000 millones. Durante el primer semestre de este año se sumarán $23.000 millones adicionales por el efecto de crecimiento de los depósitos en bancos y su obligación de canalizar el 10% a la inversión productiva con énfasis en pymes.
Si bien esta última iniciativa es un gran avance que permite dotar de mayores herramientas económicas a las grandes empresas y pymes, es pertinente llevar un control pormenorizado del destino real de las inversiones. Al ser otorgados a una tasa de interés mucho menor al de mercado, 17.5%, se generan condiciones para que estos créditos puedan ser volcados a inversiones de poco riesgo como plazos fijos que rinden un 10% más en el año, generando una bicicleta financiera a costa del ahorro de todos los argentinos.
Sin embargo, la medida indudablemente reviste de un carácter positivo e incluso debe ser ampliada y combinada con el plan PROCREAR, a fin de que los bancos retomen su clásico rol de financiamiento de la primera vivienda, créditos hoy claramente marginados al observar la composición de la cartera de créditos de los bancos. Los bancos seguramente darán su consentimiento, porque pese a las quejas iniciales y habituales llantos de la ortodoxia económica, ganaron durante el año 2013, año en que entró en vigor la canalización del ahorro, un 50.2% más que en 2012.
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