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Desde la ortodoxia económica se instala diariamente que el culpable de la inflación es la intervención viciosa del Estado en la economía. Entonces al servicio de esta premisa aparecen teorías económicas que señalan que el Estado al emitir moneda para financiar sus “excesivos” gastos produce el incremento de precios y ante cada iniciativa impositiva señalan que la “voracidad” fiscal se queda cada vez con una mayor proporción de la riqueza generada o del salario de los trabajadores. Toda una construcción teórica para ver al Estado como un elemento de generación de inequidades, vicios y flagelos.
Sobre las bases de esta construcción teórica que homogeneizó el pensamiento durante los años 90, el kirchnerismo ha logrado un avance significativo, al no solo lograr un avance en las funciones, dimensiones y alcances del Estado, sino en la percepción popular de este accionar. Es decir, se ha producido sin lugar a dudas, un avance en el estado de la conciencia popular que defiende la presencia del Estado en la economía como salvaguardas de las millones de jubilaciones otorgadas, las asignaciones universales y la presencia del Estado en empresas estratégicas como YPF, Aysa y Aerolíneas Argentinas.
En cada uno de estas áreas la dicotomía es entre un mercado “libre” (pero regulado por los grandes poderes económicos), o un mercado con presencia estatal o regulado por el mismo. En definitiva, en cada empresa estratégica, jubilación, o derecho social, lo que está en juego es la disputa por la distribución del ingreso. Esta percepción es clara, nadie en su sano juicio podrá discutir que ampliar la base jubilatoria beneficia una distribución del ingreso más equitativa. De la misma manera que Aerolíneas Argentinas o YPF estén en manos de conglomerados económicos extranjeros o en manos del Estado puede ser discutido desde la ideología, pero es claro que si son conducidas con un objetivo económico y social favorecen una distribución más igualitaria, al tiempo que reduce la transnacionalización de la economía.
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La puja por la distribución del ingreso es, y será, bajo un sistema capitalista entre el trabajo y el capital
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Sin embargo, en esta suerte de “consenso” de que una mayor intervención del Estado favorece una mejora en la distribución del ingreso, hay dos elementos que aún muestran dudas y contradicciones: inflación y paritarias. La ortodoxia ha solucionado de un saque ambos problemas, la inflación la produce el Estado por medio de la emisión o su intervención viciosa en la economía y las paritarias, si bien pueden producir un fenómeno de redistribución del ingreso dentro de la clase trabajadora, también producen inflación. Es decir, tanto los trabajadores como el Estado producen inflación. El empresariado, o los formadores de precios disfrutan de un encantador anonimato a la hora de repartir culpas y sólo son víctimas a los cuales le “suben los costos” y los transfieren a los precios finales. El margen de ganancia empresarial, es para la ortodoxia un tema tabú que evidentemente no merece la menor atención.
Es certero reconocer que en los últimos tiempos la ortodoxia ha ganado posiciones a la hora de culpar al Estado por la inflación. Sin embargo lo aún más preocupante es que en épocas de negociaciones paritarias, han logrado incluso desaparecer al empresariado de esta disputa. Esta construcción mediática no es inocente, el empresariado fija (no sin disputa) en sus ecuaciones económicas tanto el precio de los bienes como el precio del trabajo (salario), es decir determina el salario real de los trabajadores.
Si bien la típica paritaria se da entre la patronal y las organizaciones sindicales que representan a los trabajadores, puede ocurrir que las veces de patronal la lleve el mismo Estado cuando se trata de trabajadores bajo su órbita: fuerzas de seguridad, docentes, empleados públicos, etc. Este tipo de negociación es incluso más propensa a la penetración de las ideas ortodoxas, ya que al efectivamente no está el empresariado en la negociación y genera la sensación que la disputa por la distribución del ingreso ya no es más entre el capital y el trabajo, sino entre el Estado y el trabajo. No obstante, al igual que en las negociaciones del sector privado, el empresariado prosigue teniendo un rol, la determinación de los precios de la economía. Sin embargo estas situaciones son exacerbadas mediáticamente para fortalecer la idea de que la puja por la distribución del ingreso efectivamente no tiene al empresariado entre sus protagonistas.
Por todo lo dicho es preciso recordar que la puja por la distribución del ingreso es, y será, bajo un sistema capitalista entre el trabajo y el capital. El Estado es una herramienta no neutral que media y tercia entre ambos, por ello es fundamental que los trabajadores elijan representantes fidedignos de sus intereses para su conducción política. Finalmente, si bien el monto de incremento nominal de los salarios en las paritarias es importante, es incluso más ejercer un férreo control en la forma que son determinados los precios y los márgenes de ganancia empresarial. Sería oportuno, que a la hora de determinar los márgenes de incremento salarial (sobre todo en las cámaras empresariales productoras de bienes de consumo masivo o bienes difundidos de la economía), las mismas puedan incluir pautas de evolución de precios que protejan el salario no sólo de ese sindicato en particular, sino de todos los argentinos.
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