Carlos Pagni, columnista del diario La Nación y de la señal de cable TN del Grupo Clarín, y referente lúcido del pensamiento liberal argentino, enunció dos veces esta semana predicciones catastróficas respecto del candidato presidencial peronista, Daniel Scioli. Por decirlo con suavidad. Perfectamente se podría rotular como amenazas a tales alegatos. El lunes, en el editorial apertura de su programa de TV, Odisea Argentina, le auguró embrollos judiciales parecidos a los que recibe desde su reelección la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, y en idéntico marco: la disputa por los contornos y los ritmos del próximo esquema económico. Refundación estratégica (hacia dónde ir) o corrección táctica (matices en cuanto al rumbo trazado), shock o gradualismo; ésas son las cuestiones.
El jueves, por su parte, escribió sobre dudas, que en realidad no existen, alrededor de la modalidad de cómputo de los votos en blanco en la elección presidencial del 25 de octubre que se avecina. La Constitución Nacional y las leyes electorales son claras: se excluyen de la base de cálculos porcentuales. Pero dado que lo contrario debilitaría la ventaja relativa que unánimemente las encuestas otorgan a Scioli, y siendo que de todos modos el resultado es fino, la mera introducción de una incertidumbre semejante apunta los cañones del derrotismo hacia una nueva versión de los acontecimientos que sacudieron a la provincia de Tucumán luego de su comicio local.
La segunda temporada del éxodo del Frente Renovador, en esta ocasión de dirigentes de menor relevancia que el pack de intendentes que fueran el germen del espacio fundado por Sergio Massa en 2013 y que mayoritariamente retornaron al FpV antes de las PASO, instruye en cuanto a la pertenencia dominantemente peronista de ese elenco. Dicho con crudeza, demuestra las serias complicaciones que habría supuesto, y sigue suponiendo, un teórico acuerdo entre Maurizio Macrì y Sergio Massa. El combate no cesará, sencillamente cambiará de pantalla.
Por último, se han multiplicado, en las horas recientes, versiones acerca de tempestades salvajes que, dicen (apenas eso), estarían a punto de desatarse en la interna del Frente para la Victoria.
La ordenación de esta secuencia arroja un único diagnóstico posible: como el oficialismo nacional monopoliza las expectativas de triunfo, en primera vuelta o en balotaje, la opinión publicada redirige su mayor atención hacia ese territorio. La física de la política impone que, no habiendo para el establishment opción competitiva que lo exprese en el universo opositor, deben explorarla dentro del propio kirchnerismo. Va de suyo que incentivando divisiones que no se sustentan más que en especulaciones y vaticinios. En cualquier caso, esta danza indica con claridad que, por fuera del dispositivo conducido por la presidenta CFK, no quedan sino fuegos de artificio por dirimir. Tan es así que hasta el levantisco Florencio Randazzo se acaba de sumar al álbum de campaña.
Conviene no desestimar los comentarios de Pagni bajo el simplismo de que sólo se trataría de un periodista. No es casualidad que entre los fantasmas que agitó haya involucrado hipotéticos expedientes judiciales: el aludido, viene bien recordarlo, se encuentra a la fecha procesado penalmente por la ex esposa del fiscal fallecido Alberto Nisman, Sandra Arroyo Salgado, en una causa por espionaje en la que están también implicados diversos ejemplares de las cloacas de los servicios de inteligencia. A principios de año hubo oportunidad de ilustrarse bastante en relación a las promiscuas ligazones entre ese submundo y los tribunales, las fuerzas policiales y la prensa. Todo lo cual da cuenta suficiente de la calidad de vocero y operador del analista calvo.
Viajemos a Brasil para extraer equivalencias útiles. El miércoles pasado, una sentencia adversa puso a Dilma a tiro del juicio político. Igual que en el resto de la región, y en Argentina de esto se ha discutido mucho desde 2003, los juzgados se convierten en la última ratio de los circuitos que impugnan a los gobiernos posneoliberales, sentada la incapacidad de las fuerzas partidarias alternativas para canalizar esas posiciones por medios democráticos regulares. Esta vez, en rol de proveer a la oposición al PT de un soporte que no terminaba de definir para concretar el golpe.
La receta concesiva de la sucesora de Lula sigue revelándose estéril para domar los acosos que sufre. Por el contrario, así sólo ha logrado convencer a sus rivales de que las agresiones están dando resultado. El retroceso que sigue al acuse de impacto estimula a acelerar los ataques para terminar de saldar el pleito, todo lo cual se agrava en el marco de un progresivo debilitamiento en el apoyo de las tropas petistas por la decisión de Rousseff de resignar la plataforma partidaria en detrimento del vencido en las urnas en 2014, que se organizó en torno de la postulación de Aecio Neves. He ahí la principal diferencia con el cierre a toda orquesta de Cristina Fernández, quien, aún con doce años de embates similares a cuestas, jamás se allanó a concesiones.
Se dijo aquí varias veces: el poder judicial es la zona institucional que se reservaron para sí las burguesías cuando debieron ceder al ingreso a los sectores populares a los departamentos electivos del Estado, como muro de contención de pretensiones reformistas desmedidas.
Es imposible de exagerar la gravedad que las novedades brasileras implican para Argentina. Y va más allá de las proyecciones lógicas en una región con tendencia natural a la mimetización entre sus respectivos ciclos históricos. La profundidad de las ligazones comerciales bilaterales deberían per se hacer de este asunto cúspide de la agenda nacional. Si las dificultades macroeconómicas que actualmente atraviesa nuestro país reconocen buena parte de sus orígenes en el detenimiento del crecimiento del vecino, solamente puede esperarse que todo empeore si finalmente prospera una mutación de raíz en lo que hace a sus prioridades comerciales y a los pilares de su desempeño.
Todo esto sucede justo después del llamado primer debate presidencial de la biografía argentina, en el que además de no haberse mencionado siquiera al pasar las palabras fondos buitre, no se dedicó ni uno sólo de los cuatro bloques temáticos que lo compusieron a política internacional.
Imitemos, para el cierre, la gracia que hizo Massa esa noche, y guardemos piadoso silencio.