Universidades ¿Nacionales?

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Desde Descartes, en una expresión extrema del racionalismo, el pensar se instituyó como la constitución misma del sujeto. El pensar, en un sentido político, puede entenderse como la mediación intelectual y colectiva del hombre para la resolución de sus problemas. Son los problemas, por tanto, el eje de la disputa política-académica, y no ya la confrontación de sus más o menos refinados contenidos. La academia ha cambiado grandes problemas por grandes estéticas.

Cuando el pensar renuncia a la resolución de un problema, es porque este ha triunfado. En nuestra universidad, algunos han renunciado a estos y a otros no le resultan propios. No somos ni unos ni los otros. El campo popular nunca ha abandono la lucha por la justicia y la emancipación nacional. Con avances y retrocesos, con diversas expresiones y sin carencias en cuanto a dificultades, el campo popular nunca abandono el campo de batalla. Es hora que el conjunto de las universidades empuñe con decisión la pluma para la disputa.

Los problemas nacionales no son los problemas de “estudio”. Pero la arrogancia parece no agotarse de su rutina universitaria, pasan los años y sigue habitando sus pasillos, aulas y hasta centro de estudios. Los problemas nacionales no son los problemas de la universidad, ese es el problema. Acierto del enemigo, a compartir entre liberal y esclarecido.

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Gracias al esfuerzo popular que ha sostenido a las casas de “altos” estudios, los académicos podrán elegir entre “dos” honores; estar en la cita a pie de página del colega, o estar con el compañero en las páginas de la historia del campo nacional y popular. Lechuga sin sal, o asado de tira al asador, para citarle referencias a vuestro referato.

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El problema.

Para pensar estos problemas se debe antes definirlos. Pero, cuando los problemas son nacionales, del pueblo, cuando los problemas son políticos; ¿quien y como entonces los define? Hay que jubilar a esa arrogancia, o bien darle su postitulo, y asumir que estos problemas no están simplemente a tiro de nuestro puño y en mano de nuestra letra, no caben en nuestro proyecto de investigación. Para ubicar estos problemas, para pensar nuestros proyectos, hay que estudiar en y para el hacer de la política. Es ahí donde habitan los problemas del pueblo y es ahí donde tenemos que producir y proponer nuestro pensamiento. Si ubicamos el problema correcto y además, contribuimos a su superación, habremos de cambiar cita por apropiación. Gracias al esfuerzo popular que ha sostenido a las casas de “altos” estudios, los académicos podrán elegir entre “dos” honores; estar en la cita a pie de página del colega, o estar con el compañero en las páginas de la historia del campo nacional y popular. Lechuga sin sal, o asado de tira al asador, para citarle referencias a vuestro referato.

Asumir estos problemas como propios, implica un segundo debate. Este es la consideración del aporte de dicho pensamiento, en relación a esos problema. Lo que implica un debate teórico y metodológico, puesto que si el problema no es meramente académico, sino político, “el pensamiento” habrá que evaluarlo también en ese plano. Y allí todo es más complejo. Invitamos aquí a considerar, discutir y reflexionar en relación a este problema, cómo evaluar y pensar nuestros aportes en el campo de la política. Una complejidad a la cual un ámbito de la academia ha renunciado. No se pretende juzgar ni oponerse a esa renuncia, cada uno construye su historia y erudita sus textos como quiere. Si los problemas del pueblo no les son propios, será que ellos no son parte de este. A lo que nos oponemos es a hegemonizar esa derrota, a hacer parámetro a esa renuncia. Queremos pensar los problemas del pueblo y poner a la facultad a su servicio. SI para la academia eso no es academia, será problema de esa academia, y no el nuestro. Ya elegimos nuestros problemas, y estamos trabajando para ellos.

Nuestro proceso histórico cuenta con profundas derrotas del movimiento nacional, en las que se condensan grandes problemas que atravesamos en las distintas etapas. Con la abrupta incorporación nacional al proceso de globalización neoliberal, la fragmentación de lo económico, político, social y cultural, se replicó también en la fragmentación de la producción intelectual y también académica, derivando en una estructura de producción y apropiación de conocimiento segmentada, acorde a un modelo de racionalización individual y liberal, racionalización ordenada por el mercado y consecuente con una democracia liberal y delegativa. Este proceso provocó la negación del pensamiento nacional como parte constitutiva de la producción de conocimiento académico. Esto distanció a las universidades de los problemas nacionales, y en el caso de las ciencias sociales, este proceso redujo su idoneidad para entender, explicar y mas aun intervenir, en los grandes problemas que afronta nuestra nación. Es el pueblo quien habilita siempre la exposición de estos problemas, es en rigor cierto también, que allí la mejor expresión de la academia si se pliega a esa batalla, interesante seria que se incuban de forma mancomunada a estas disputas. Aportando desde la concepción, organización y acción de la política, en un mismo campo de acción, el nacional y popular.

Una nueva democracia popular intenta nacer en la Argentina, el parto requiere sin más dilación de nuevo y profundo pensamiento nacional, que recupere nuestra tradición y que incorpore los nuevos trazos de las nuevas generaciones. Una vez más el pueblo toca a la puerta de la historia, es ahora que la universidad atienda a ese llamado y abra sus puertas y se disponga a su servicio.
Para esto, entre tantas otras cosas, es necesaria complejizar nuestra idea sobre el objeto de estudio.

Desde la constitución de los estados modernos, la noción de pueblo viene asignada a la noción de nación, y en este sentido nuestros problemas de investigación los ubicamos en el plano de los problemas nacionales.

El pensamiento nacional, en tanto racionalización colectiva y popular se corresponde a una democracia popular, negada e invalidada por décadas, disputa abierta por el actual proceso histórico, tanto a nivel nacional como regional que signa la actualidad. En este marco volver a pensar e integrarse con los problemas nacionales es un desafío y una obligación que los ámbitos académicos deben asumir sin más demoras. Asumiendo, desde una mirada crítica, que no ha sido este el ámbito donde este proceso de reversión político, social y económico encontró sus mayores fuerzas ni sus llaves mas lucidas. En este se sentido, es menester asumir una carencia sustancial para la producción de conocimiento y también de la praxis política en el marco de nuestras ciencias y disciplinas. Esta, demanda cambios en nuestros estudios y acciones, para consustanciarlos con los problemas nacionales, ensayando otra forma de producción, reproducción, divulgación y apropiación del conocimiento. El pueblo no es un “campo de estudio” sino nuestro campo para la disputa hegemónica. En las necesidades de ese campo habitan nuestros objetos de estudio, para encontrarlos hay que habitar en él, y ni no salir de excursión popular.
Tenemos que invertir la lógica de investigación, pasando de los problemas “del investigador” a los problemas “de investigación”, los cuales son, desde el pensamiento nacional, los problemas de la dependencia.

Esta inversión demanda asumir y entender la centralidad e importancia de incorporar a los sectores populares, políticos y culturales, en la propia definición de los problemas de estudio que asumimos desde la academia. Pues han sido estos a lo largo de la historia los que marcaron las acciones que fueron los mojones de cada uno de los avances en términos sociales, culturales, políticos y económicos, permitiendo además las condiciones de posibilidad, tanto materiales como simbólicas, para la institución, ampliación y extensión de nuestros espacios de altos estudios

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Desde la constitución de los estados modernos, la noción de pueblo viene asignada a la noción de nación, y en este sentido nuestros problemas de investigación los ubicamos en el plano de los problemas nacionales.

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Para cerrar. Un breve repaso de como opera el enemigo.

Hoy existe una doble negación que operará para la invisibilización de los problemas nacionales en los ámbitos académicos. Esto debilita la fuerza de producción del pensamiento nacional. Los problemas nacionales son “integrales” y no “segmentados”, y son además, problemas “políticos-y teóricos” y no solo teóricos y académicos. La academia demanda “segemtancion” y “solidez académica” como parámetros rectores de toda producción que se reconozca como tal. No negamos a ninguno de ellos, simplemente decimos que solo con ellos no alcanza. No buscamos simplificar, sino complejizar, quizás así el ego academicus atiende este llamado. La segmentación no solo debe ser ampliada, tampoco deber operar como un límite de la producción, la integralidad del pensamiento no debe ser negada como parámetro de lo académico. Si los problemas políticos son integrales, debemos poder pensar integralmente nuestras producciones. Si los problemas son políticos, debemos politizas nuestras producciones sin que esto se identifique como la negación de la academia. Romper estas barreras es un desafío que los nuevas generaciones harán dentro o fuera de las universidades, dependerá de esta si los cobija para contribuir a un proyecto nacional o los niega para contribuir a un proyecto de dependencia.

Esta, “zoncera”, es signo de una colonialidad académica, de pensar lo propio como si fuese ajeno. Una idea permanente que comprende al académico como un sujeto universal, insertada por fuera de los propios problemas nacionales. Si adherimos a la idea de que no hay poder, si un saber, que hable de ese poder, tenemos que contribuir sistemáticamente desde nuestras casas de estudio a la conformación de un saber, para la consolidación de un nuevo poder en la Argentina. El poder del pueblo como rector de la política para la soberanía de su nación.

Es falsa la dicotomía entre pueblo y universidad, lo que hay es correspondencia. Correspondencia negada con la fuerza, como la única razón de aquellas bestias. La fuerza de la razón, que en democracia es la del pueblo. Las convicciones no se abandonan en la puerta de la universidad. O la universidad entiende estas razones, o una vez mas el pueblo no la entenderá a ella.

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