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Las corporaciones y medios de comunicación hegemónicos hacen continuamente énfasis en la expansión del gasto público. En esta ocasión, en los últimos días el motivo es la ampliación presupuestaria por un total de 48 mil millones de pesos.
Más allá del destino de los fondos, lo que se viene cuestionando desde hace varios meses es la posibilidad que un Estado utilice sus herramientas fiscales para intervenir en la economía. La política fiscal, es decir cuántos impuestos hay que cobrar, a quienes y como gastar estos recursos, es la piedra angular de la definición de la política económica de un país.
En ese marco, la posibilidad de gastar más o menos de lo que se recauda es una decisión soberana de cada país, pero que siempre se ha tendido a usar de manera contracíclica. ¿Qué quiere decir esto? Cuando el sector privado induce a la recesión, reduciendo inversiones, salarios, el empleo; son los Estados nacionales quienes a partir de su política fiscal estimulan el gasto, las inversiones públicas, y la recomposición de ingresos con planes sociales o de trabajo público para que la economía en general no frente aún más su ritmo. Los beneficiarios de este accionar del estado, no son solo los “beneficiarios directos” de un plan social o una obra pública, sino el conjunto de la sociedad, puesto que de no existir esta intervención pública, la desaceleración económica sería mayor y el impacto del desempleo y la pérdida de ingresos alcanzaría a cada vez más gente.
La crisis internacional, intencionalmente escondida, escamoteada por los medios dominantes, es el contexto global en el cual casi todos los países del planeta comenzaron a utilizar la política fiscal como una herramienta de proteger sus economías y su población. Casi todos los países han entonces comenzado a gastar una mayor cuantía de recursos, e incluso más de lo recaudado apelando a distintas fuentes de financiamiento (emisión y deuda). La presentación de la Argentina como un país aislado, que incrementa el gasto y por ende el déficit es malintencionada.
Fuimos a buscar el informe que releva este accionar a nivel global, imposible de ser impugnado por la ortodoxia. El Monitor Fiscal publicado el mes pasado por el FMI pronostica los balances fiscales para cada país incluyendo los pagos de deuda pública. El resultado es contundente, casi todos los países, tanto en economías desarrolladas como de desarrollo intermedio (según la clasificación del FMI) recurrieron a déficits fiscales:
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Como se observa, si bien Argentina terminaría según las previsiones del FMI con un déficit general del 4.5% del PBI (las últimas estimaciones del Ministerio de Economía lo ubican en el 4.1%), este índice es marcadamente menor a otras economías “serias” como Japón con un déficit del 7.1%, España con un 5.7%, EE.UU con un 5.5% y Gran Bretaña con un 5.3%. Asimismo otras naciones alcanzaron desequilibrios casi similares, como Francia con el 4.4%, Portugal con el 4%, Australia con el 3.3$ o Italia con el 3%.
De proceder a ajustar el gasto público, el desequilibrio podría ser mayor. En el caso de Grecia, el resultado del ajuste del gasto público fue un déficit incluso mayor por el tremendo impacto en la actividad económica. Los resultados fueron mayor pobreza y desocupación. ¿Querrán eso los medios hegemónicos para los argentinos?
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