Martín Lousteau y la derecha moderna

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En otra muestra del desconcierto imperante en cierto sector de la oposición, Martín Lousteau, precandidato a jefe de gobierno por el Frente Amplio UNEN, manifestó que va a “competir contra el Pro” en la Capital Federal. Sin embargo, hace menos de un mes asistimos a una surrealista escena que lo tuvo como coprotagonista y que parecía rubricar su explicita y reiterada aspiración de confluencia con el macrismo: fue cuando la principal impulsora de este acuerdo, la diputada Elisa Carrió (quien según fuentes confiables seguiría en ejercicio de funciones pese a su impactante índice de ausentismo – ranking por estos días amenazado por Sergio Massa que se desempeña casi exclusivamente como “Presidenciable”- en el parlamento) abandonaba la presentación porteña de FA-Unen inmediatamente después de que Pino Solanas planteara la incompatibilidad de dicho espacio con la “derecha moderna”. En el instante previo a su intempestiva y teatral retirada, Carrió tuvo un significativo cruce de miradas con Lousteau, quien luego se encargó de asumir la defensa de la actitud de la chaqueña y, al mismo tiempo, de fustigar duramente a Solanas en los siguientes términos: “Me parece violento que alguien diga hasta donde llega la conformación de un partido”.

El episodio permite, por un lado, evidenciar la incongruencia y el cinismo del planteo de Pino Solanas, no sólo porque pareció olvidar que un par de metros detrás lo tenía a Alfonso Prat Gay, sino porque se trata de un dirigente que en los últimos años no se ha privado de encarnar ninguno de los tópicos de la derecha, llegando así a cosechar el elogio cariñoso de Mariano Grondona (“yo me siento menos lejos que antes de Pino…”) o a declarar sin ruborizarse que “Las provincias más pobres no se caracterizan por tener la mejor calidad de voto”. Por otro lado, contribuye a poner de manifiesto que el actual giro de Lousteau hacia la confrontación con el Pro responde exclusivamente a una estrategia electoralista y no a una auténtica alternativa política e ideológica.

Hace pocos días, se aprobó en el Congreso la nueva moratoria previsional con 202 votos a favor y ninguno en contra. Semejante grado de consenso tuvo su pequeña nota discordante en 4 abstenciones, entre ellas la del ex ministro de economía que, además, fue el único en oponerse al proyecto en Comisión. En su discurso, argumentó que el proyecto de ley constituía “un parche que va a generar otros problemas a futuro” y que “el sistema, tarde o temprano va a tener inconvenientes de solvencia y otra vez vamos a defraudar a los jubilados”.

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Las objeciones de Lousteau se inscriben en el reiterado afán por parte de la ortodoxia económica de promover el recorte del gasto público y de oponerse a toma medida que propicie la redistribución del ingreso.

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Cuando Néstor Kirchner impulsó en el año 2005 el primer Plan de Inclusión Previsional, que permitió que se duplicara la cantidad de jubilados y se pasara de una tasa de cobertura del 66 al 94 por ciento, los economistas del establishment se apresuraron a advertir sobre los riesgos de insolvencia del programa prácticamente en los mismo términos enunciados por Lousteau. El tiempo demostró, sin embargo, lo erróneo de esas predicciones, con el desarrollo de un sistema perfectamente sustentable basado en el constante incremento de los aportes a la seguridad social (lo que por otra parte refleja la mejora en los indicadores de empleo en estos años) y consolidado con la reestatización de las AFJP. Si bien la tasa de cobertura previsional se transformó en la más alta de America Latina, las cuentas de la Anses no han dejado nunca de registrar superávit, lo que le permitió a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner impulsar esta nueva moratoria, que tiene como objetivo llegar al cien por ciento en jubilaciones.

Las objeciones de Lousteau se inscriben en el reiterado afán por parte de la ortodoxia económica de promover el recorte del gasto público y de oponerse a toda medida que propicie la redistribución del ingreso. Ya en el año 2008, poco antes de dejar su cargo como Ministro de economía, difundió un “Plan anti –inflacionario”, reivindicado por economistas que se habían manifestados críticos de aquella primera moratoria del 2005, como Mario Brodersohn. En dicho plan se destacaban, como medidas centrales: “No reabrir las negociaciones salariales ya cerradas y cerrar las que restan con una pauta similar” (esto es, poner techo a las paritarias) y la “sujeción del gasto en obra pública e infraestructura”.

Queda claro entonces que el Frente Amplio Unen competirá por el voto conservador en la Ciudad de Buenos Aires con el Pro y que limitará sus alianzas con esta fuerza a ciertas provincias. Lo que parece más difícil de determinar es, volviendo a la caracterización que hizo Pino Solanas del macrismo y qué tan directamente pareció interpelar a Carrió y a Lousteau, cuánto de “moderno” tienen estas expresiones de la derecha.

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