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“La designación de Carlos Herrera como presidente del bloque oficialista implica un grave retroceso institucional en el Concejo Deliberante de Malvinas, a la vez que encierra claros mensajes políticos que merecen ser señalados. Herrera no tiene la capacidad y mucho menos la voluntad de crear en el Concejo un clima de discusión política respetuosa, de diálogo y negociación entre los bloques, y de respeto a leyes y reglamentos.
El nivel de debate en las sesiones se hundirá hasta lo más bajo, porque Herrera no se caracteriza justamente por su claridad discursiva o por su esfuerzo en fundamentar desde lo argumental los proyectos del Ejecutivo. Herrera suele lucirse al explicar las profundidades de los baches, los arreglos de veredas, o el tamaño en pulgadas de los caños que atraviesan algunas calles, pero naufraga tristemente cuando tiene que exponer los despachos de comisión.
La última sesión del año, la primera de su gestión como jefe, fue un claro ejemplo de cuál será el comportamiento del bloque durante su presidencia. Seis proyectos aprobados a libro cerrado, sin abrir la más mínima discusión en ninguno, y sin permitir que el bloque del Frente para la Victoria expusiera los despachos de comisión en minoría de cada uno de ellos.
Herrera se convertirá en celoso guardián de los proyectos más oscuros del Ejecutivo, como por ejemplo la sospechosa donación de más de 600 mil pesos del Partido Justicialista –que no tiene una mísera casa partidaria o algún lugar de esparcimiento para sus afiliados- al Municipio, aprobada en la última sesión del año.
Por supuesto que el responsable directo de la pésima calidad institucional del Concejo no es Herrera. Tanto él como Cobreros carecen de autonomía política para hacer los desastres que hacen. Ellos bailan al compás de la música que elige Cariglino, que al parecer también quiere musicalizar la provincia de Buenos Aires.
La lectura política de este episodio es obvia: un candidato a gobernador que exhibe este funcionamiento del poder legislativo en su propio distrito, envía señales de desprecio por las instituciones democráticas, por la transparencia de los actos de gobierno, y en definitiva propone al electorado bonaerense un modelo de gestión autoritario y corrupto compatible con las políticas antipopulares de los gobiernos de Menem y Duhalde”.
Concejal Rodolfo Tailhade.
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