Discurso, agenda y plataforma

Pasó el debate presidencial y, como era de esperarse, a partir del instante siguiente a su celebración se inició otro, en el que se intenta determinar quién emergió como vencedor de la polémica. Habida cuenta que en lo que hace a contenido ninguno de los contendientes descolló, sobre todo debido a que el formato tampoco ayuda a un despliegue conceptual generoso y deslumbrante, pasamos rápido a otra pantalla en la cual lo dicho durante la cita en la Facultad de Derecho se convierte en herramienta para lo poco que queda de campaña, más que por lo que representó en sí mismo.

La literatura referida a esta clase de discusiones es casi unánime en cuanto a considerar que resulta poco probable que su desarrollo modifique tendencias –suponiendo que las hubiese y fueran respetables–, salvo catástrofe. Y en ese sentido no sería descabellado sentenciar que Maurizio Macrì salió más entero de la velada, siempre que se crea en las encuestas, que vendría liderando. Dos salvedades a esto: las sorpresas que arrojó la primera vuelta obligan a tomar con pinzas tanto a las estadísticas como a reglas del tipo de la referida al inicio de este párrafo.

En general, y en el marco actual de la política argentina, cualquier hecho que produzca un actor partidario sirve para poco más que reforzar las lealtades propias. La capacidad de operar sobre lo ajeno viene, a priori, verificándose escasa, de lo que otorga cuenta suficiente la casi nula movilidad porcentual que se registró entre las PASO y los comicios de octubre; en especial, claro, la increíble capacidad de Sergio Massa de conservar caudales pese a haber quedado tercero, lejos, en agosto. Si se diera por bueno que ese desempeño se debió a la decisión del ex intendente de Tigre de basar su campaña en propuestas –al margen de los que se opine al respecto–, habría que rematar que ni Macrì ni Daniel Scioli interpelaron a ese segmento de modo inteligente, porque ninguno de los dos imitó ese aspecto de la campaña que sedujo a los electores clave del balotaje (los de UNA).

Ahora bien, sentado que el desnivel de la final debe explorarse prioritariamente en esas más de cinco millones de personas, que sostuvieron su negativa a los postulantes del Frente para la Victoria y de Cambiemos más allá de lo razonablemente esperado, Scioli aportó algunos elementos de estimable mayor aptitud que su rival. El alcalde porteño no modificó su mensaje para este tercer tramo del proselitismo, confiado en una hoja de ruta que hasta aquí le ha entregado satisfacciones. Tal vez porque ha conseguido concentrar lo más duro del sufragio antikirchnerista, siendo que su biografía de opositor irreductible desde 2003 compagina mejor con esa cosmovisión.

El alcalde porteño no modificó su mensaje para el massismo, confiado en una hoja de ruta que hasta aquí le ha entregado satisfacciones. El gobernador bonaerense, entonces, adaptó sus planteos porque ahora corre de atrás, pero eso a la vez es una movida en relación a las dificultades que tienen ambos desde que se confirmó el alargue del próximo domingo.

Convendría que no pierda de vista que, si eso es así, también lo es que en tal tesitura no logró atraer todavía a más de un 20% del electorado que ahora le es indispensable, pese a que su perspectiva de retador posicionado para la hipótesis de una segunda vuelta ya estaba consolidada.

El gobernador bonaerense, entonces, adaptó sus planteos porque ahora corre de atrás, pero eso a la vez es una movida en relación a las dificultades que tienen ambos desde que se confirmó el alargue del próximo domingo. Su virtud fue la mayor precisión de sus intervenciones, con las que –a diferencia de las habituales generalidades imprecisas de Macrì– definió sus objetivos de gobierno –en la medida de lo posible, para el escaso tiempo con que contaban–, y asimismo el sujeto social que aspira a representar (trabajadores, jubilados, beneficiarios de AUH, etc.). Al revés, el líder de PRO apela vagamente al cambio y a la nueva Argentina. Y se mostró raramente agresivo.

La semana pasada, una nota de la revista Anfibia ofreció un análisis del llamado voto massista, concluyendo que se trata de una sociología que valora algunos episodios del kirchnerismo y critica otros, a la vez que rechaza más estilo que fondo de los doce años que se cierran el próximo 10 de diciembre, especialmente centrados en cierto cansancio con la figura de la presidenta CFK. En definitiva, anhelan modificaciones pero no radicales, porque han alcanzado mejoras durante este ciclo histórico. La famosa avenida del medio existe, aunque no alcanza para mayoría electoral.

Algo de esto parece haber entendido Macrì al mandar al exilio a todo su equipo económico, que en la comodidad de la proyección triunfal se expandieron en promesas de giros que ponen en peligro el bienestar incluso de la que Jorge Asís denomina la franja de Massa. En ese sentido, Scioli pudo colar entre las frases destacadas de la noche el temor por la megadevaluación anunciada, entre otras medidas económicas aisladas pero de corte similar, por sus antagonistas.

Ninguna certeza es buena consejera, nada podrá empezar a pensarse sino hasta abiertas las últimas urnas de 2015. Convencer es otra cosa, difícil de indagar: apenas posible de contabilizar en papeletas de colores.

El ex presidente de Boca Juniors hizo silencio acerca de eso, y tampoco consideró necesario defenderse de las acusaciones a propósito del cumplimiento incondicional de la sentencia en el juicio contra los fondos buitre, de las que le achacan que entregará diversos trozos de su administración a distintos representantes del establishment empresarial y de su repudio a las universidades que se han construido en el interior del país. Es cierto que el ex vicepresidente de Néstor Kirchner también dejó cosas sin contestar, como la intención de su oponente de activar la cláusula democrática del Mercosur contra Venezuela, pero se preocupó por enfatizar varias veces que será independiente de Cristina Fernández si le toca sucederla, lo que hasta aquí fue uno de sus flancos más débiles.

A priori, podría sospecharse que la situación interna venezolana forma parte más bien de las agendas de los sectores que ya tienen asegurados Scioli y Macrì, ya sea para apoyar o bien para oponerse al gobierno democrático de Nicolás Maduro. Y que los intereses de las fracciones que deben redirigir sus preferencias están ligadas a los asuntos en que hizo hincapié el candidato del FpV. Pero, vale reiterarse, ya ninguna certeza es buena consejera, nada podrá empezar a pensarse sino hasta abiertas las últimas urnas de 2015. No es poca cosa haber forzado la instalación del ajuste como cuestión central de lo poco que queda por caminar. Es imposible aventurar el ganador del debate. Suficiente para el peronista mantener la expectativa, como se puede presumir.

Convencer es otra cosa, difícil de indagar: apenas posible de contabilizar en papeletas de colores.

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Pablo Papini

Abogado (UBA) // Twitter: @pabloDpapini