Modernización y política: los casos de China, Japón y Corea del Sur

El fin de este artículo es develar las líneas generales de los procesos de modernización en China, Japón y Corea del Sur. Tomando como eje central el rol que cumplieron las elites políticas gubernamentales en la decisión del pasaje de economías atrasadas a economías industrializadas y modernas.

A partir de nuestro eje central, cabe preguntarse: ¿Cuáles fueron las similitudes, diferencias y matices entre los tres procesos? Para ello, tomaremos en el caso chino la era pos maoísta encabezada por Deng Xiaoping de “reforma y apertura” a partir de 1978. En el caso de Japón, la era Meiji en el siglo XIX. Para finalizar, la modernización efectiva de Corea del Sur a partir de 1960.

China, del maoísmo a la apertura comercial

La República Popular China (RPC) se funda en el año 1949 en el contexto de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética. El ascenso y victoria del Partido Comunista Chino (PCCh) pone fin a la guerra civil entre los comunistas y los nacionalistas del Guomindang (GMD). En ese marco, con Mao Zedong a la cabeza, el desafío de los comunistas chinos fue recomponer la economía nacional que había quedado devastada luego de décadas de intensas luchas. Una de las primeras medidas adoptadas fue la reforma agraria. Como resultado, el Estado pudo obtener un mayor excedente de la producción agraria. Por otra parte, colocó al campesinado en un rol protagónico dentro del proceso relegando así a la aristocracia terrateniente.

En el plano político, bajo el maoísmo China logró consolidar la unidad nacional, sin embargo, en el sector de la economía una serie de desaciertos de la conducción de Mao –como el Gran Salto Adelante– no llevaron al objetivo central: industrializar y modernizar al país.

Luego de la muerte de Mao en 1976, quien empieza a tomar el mando es Deng Xiaoping. En el año 1978 China era un país pobre, atrasado y subdesarrollado. En ese contexto, fue el mismo Deng quien debió promover una serie de iniciativas políticas y económicas con la intención clara de, por un lado, recomponer los lazos entre la sociedad y el PCCh –el cual había quedado deslegitimado luego de la Revolución Cultural–, y por el otro, incentivar las inversiones extranjeras para de ese modo industrializar y modernizar el país. Explica Paul Bailey que “Las reformas orientadas al mercado, la política de ‘puertas abiertas’ destinada a alentar a las inversiones extranjeras y establecer vínculos más estrechos con el mundo capitalista, constituyeron una transformación lo suficientemente drástica como que un observador, a finales de la década de 1980, describiera el período pos maoísta como una ‘segunda revolución’”.

Deng Xiaoping promovió las cuatro modernizaciones: en agricultura, industria, defensa y ciencia. En ese sentido, las tareas para llevar adelante las modernizaciones se fijaron metas económicas modestas y una apertura comercial para obtener inversión extranjera.

En el marco político, se inició un proceso de reconstrucción del PCCh, buscando una tecnificación de los cuadros políticos del partido. A continuación, la ley electoral de 1979 sirvió para descomprimir la relación tensa entre la sociedad y el partido.

De este modo, la apertura comercial promovida por las elites políticas gubernamentales pudo con éxito promover la industrialización y modernización tecnológica. En el plano de las relaciones internacionales, China logró insertarse en el ámbito de los regímenes internacionales.

Japón y la era Meiji

El feudalismo japonés se sostuvo desde el siglo XVII hasta 1868, momento que da comienzo a la era Meiji. El sistema feudal, como estructura, se sostenía bajo la figura del emperador, quien mantenía el orden y garantizaba la paz entre los feudos. Los samuráis cumplieron un rol relevante en esta etapa, pero con el pasar del tiempo fueron perdiendo su poder. Un rasgo fundamental de esta etapa es el aislamiento comercial de Japón de cara al mundo. Sin embargo, a mediados del siglo XIX la presencia de las potencias occidentales en el Pacífico hizo que el aislamiento ya no fuera posible. En ese marco, los Estados Unidos impusieron la apertura de los puertos mediante la amenaza naval.

Como resultado, se evidenció la necesidad de modernizar e industrializar el país ante las presiones de las potencias extranjeras, para de esa forma, defender la soberanía de la nación.

El proceso de modernización se llevó adelante por un Estado de corte autoritario, una revolución desde arriba con las elites políticas a la cabeza. Quienes llevaron adelante esta revolución en nombre del Emperador fueron los jóvenes samuráis de los clanes Choshu, Tosa y Satsuma.

El poder político estuvo centralizado en la burocracia nacional, con el objetivo de crear una economía industrial moderna. Y por otro lado, tenía como objetivo el fortalecimiento militar. En este sentido, para el año 1871 las elites gubernamentales lograron centralizar el poder relegando a los antiguos Daimyo. En ese contexto, se perfeccionó la burocracia estatal, y se destruyeron los últimos privilegios de los samuráis cuando se promulgó la igualdad ante la ley, la disolución de los ejércitos señoriales y la creación de un único ejercito centralizado.

En este momento, surge una nueva elite económica durante la era Meiji: los Zaibatsu –Mitusui, Mitsubishi, Sumimoto, Yasuda–. El proceso de industrialización se llevó a cabo mediante la alianza entre las elites gubernamentales, la burocracia estatal y los nuevos empresarios. De ese modo, el Estado impulsó la moneda unificada basada en el yen, el comercio, leyes de impuesto, entre otras medidas. En ese marco, se crearon fábricas que facilitaron la transición de una economía atrasada a una moderna. Por último, el Estado japonés tuvo como iniciativa la incorporación de tecnología occidental.

Corea y la modernización efectiva

En el caso coreano, es pertinente mencionar para comenzar la intervención japonesa de 1905 hasta 1945, la cual repercutió en el desarrollo económico del país. A finales del siglo XIX, Corea experimentó su primer intento de modernización, el cual se vio truncado. En ese contexto, la burguesía ligada al comercio exterior reclamaba la apertura de los puertos, y por otro lado, el sector agrario demandaba una mayor equidad en las políticas tributarias y en la redistribución económica. Estos reclamos debilitaron a la aristocracia Yangban.

A partir de 1894, aprovechando el descontento social se logran imponer una serie de reformas de corte burguesa. La “Reforma Kab O” se centraba en el pasaje de una monarquía aristocrática a una constitucional con división de poderes, la apertura comercial, la abolición del sistema feudal de la tierra, y la tecnificación de la burocracia que accedía a los cargos públicos.

Sin embargo, la reforma no se llevó a cabo luego que la reina fuera asesinada por un ciudadano japonés. Este hecho, dio lugar a la restauración conservadora emprendida por el Emperador Kojong, y marcó la derrota de las fuerzas reformistas ante las grandes potencias y los sectores conservadores de Corea.

Ya en el siglo XX, y tras la derrota de Japón en la II Guerra Mundial, Corea se liberó de la intervención japonesa a partir del año 1945. En ese marco, se sanciona una Constitución nacional en el año 1948, que tenía por objetivo reconstruir un modelo de desarrollo nacional en plano económico, y como base política un sistema democrático liberal. No obstante, las debilidades económicas y políticas no permitieron la consolidación del nuevo modelo, y en el año 1962 General Park Chung Hee encabezó un golpe de Estado.

A partir de ese momento, el poder en Corea se centraría en la elite desarrollista compuesta por militares y empresarios ligadas al Estado. En ese sentido, es este grupo el que llevaría adelante el proceso de modernización. Para ello, se organizó una burocracia eficiente, se abrieron a capitales estadounidenses y japoneses, para así promover la industrialización través del desarrollo de infraestructura. Juan Felipe López Aymes explica que “Con pocas variaciones al modelo desarrollista japonés, el coreano se caracterizó por la formación de un Estado fuerte y con gran capacidad de intervención en la economía. La concentración del poder en un pequeño grupo, la llamada ‘elite desarrollista’, posibilitó el diseño de una política industrial articulada mediante la concatenación de planes quinquenales que abarcaron en total un lapso de 20 años. Las instituciones operaron de manera sumamente eficiente por la calidad de sus cuadros burocráticos, pero también porque las directrices eran claras y relativamente uniformes al fin más importante desde la visión del presidente Park: forjar una nación industrializada y autónoma”.

Coincidencias y diferencias

Como coincidencia central, se observa que en los tres países la modernización e industrialización de la base económica fue encarada desde el Estado, es decir por una decisión política de las elites gubernamentales, con un poder fuertemente centralizado y una burocracia estatal que sustente este proceso.

El contraste entre los países radica en las motivaciones que llevaron a la decisión de industrializar sus economías. En el caso chino, luego de la muerte del líder comunista Mao Zedong, y con una economía devastada, Deng Xiaoping emprende la tarea de la construcción del “socialismo con particularidades chinas”, es decir ese híbrido de un poder centralizado en el Partido Comunista Chino, y una economía de mercado con mano de obra barata y abierta a capitales extranjeros.

De esta modernización china, se desprendieron ciertas tensiones sociales. La demanda de la apertura política marca la historia de la República Popular China desde la muerte de Mao en adelante, siendo las protestas en la Plaza de Tiananmén en 1989 el punto más álgido.

En contraposición al caso chino, el Japón emprende la modernización no solo por factores locales, sino que jugaron también factores externos, como la presión de las potencias occidentales. Es así que las elites políticas optan el camino de la modernización para de esa forma defender la soberanía. La era Meiji se puede describir como un proceso de cambios radicales, tanto políticos como económicos y sociales. Y que tenía por objetivo salvar a Japón de la influencia externa. Es decir, alcanzar la industrialización del tipo occidental para prevenir la dominación de las potencias extranjeras.

En el caso de Corea, luego del primer intento truncado de modernización que fue boicoteado por Japón, tras la II Guerra Mundial Corea del Sur emprende ahora sí de manera definitiva su modernización efectiva, donde también jugaron factores externos que alentaron el crecimiento económico producto de la división que se produjo entre Corea del Sur y Corea del Norte, este último bajo la órbita comunista, por ello las potencias occidentales –en el contexto de la Guerra Fría– sostuvieron la modernización de Corea del Sur.

Para finalizar, las tres naciones asiáticas logran luego de sus respectivos periodos la modernización de la base industrial y económica. En ese sentido, el rol de las elites en todos los casos ha sido determinante para conseguir con éxito los objetivos planteados. Para ello, se sustentaron en gran parte de la inversión de capital extranjero, como así también en una burocracia altamente tecnificada.

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