El ajuste regresivo puesto en marcha el pasado 10 de diciembre es apenas el primer capítulo de la saga amarilla. Durante su transcurso, se desmontan las bases del modelo anterior.
Nada importa tanto acerca del discurso con que Maurizio Macrì abrió las sesiones legislativas ordinarias como el debate que lo precedió al interior de Cambiemos en cuanto a la conveniencia, o no, de sincerar lo sus integrantes llaman pesada herencia.
De un lado de la CEOcracia, quienes están convencidos que urdir un libro negro sobre la tiranía kirchnerista ayudará a construir consenso ciudadano a favor de los recortes que, sin embargo, increíblemente todavía no conforma a los apóstoles del shock. Fueron derrotados los que contestaban a esos argumentos con los daños colaterales que sobrevendrían tras descorrer el velo de los molinos de viento que insisten en presentar como nubarrones.
En cambio, no hay disenso en cuanto a la resolución de lo que el gobierno nacional invoca como su mayor escollo, el déficit fiscal: triturar gasto a expensas de los sectores populares.
La polémica, así, se reduce al formato: cuál de entre ambos resultará más efectivo.
Hace quince días se hizo referencia aquí a las moratorias previsionales como clave para explicar el actual nivel de gasto público. Y desde entonces, se ha conocido la intención oficial de liquidar también esa iniciativa del kirchnerismo, que hizo de Argentina el país con mayor tasa de cobertura previsional de América Latina; y de sus cuentas, “impagables”, al decir de los nostalgiosos de Álvaro Alsogaray que circulan por los medios de comunicación.
Macrì reivindicó tramposamente a Néstor Kirchner en el Congreso nacional, por su obstinación en el cuidado fiscal. Claro que el de sus años era un mundo en que el comercio internacional crecía a un ritmo promedio de 5%; hoy, descontados los intercambios intra-asiáticos, ese porcentaje descendió hasta cero. El cuadro se agrava al reducir el foco a los tres principales clientes argentinos: China, que redujo en cuatro puntos su pauta de crecimiento de 10% promedio de otrora; y Brasil y la Unión Europea, empantanados en una continua destrucción de sus PBI (UE también con crisis de deuda), que afecta la gobernabilidad democrática (véanse los escándalos judiciales brasileños y los dramas que afronta España para formar gobierno).
Decía el general Perón que la verdadera política de un país es la exterior.
Dado todo eso en el marco de un esquema productivo de bajo grado de desarrollo, y en el que por ende el mercado de trabajo no alcanza a proveerlo todo, el prociclismo fiscal es un absurdo, por decirlo con suavidad. Fue con Kirchner en vida, de hecho, que se comenzó a aflojar con el dogmatismo de las herramientas macro 2003/2008: la primera fase de la crisis económica internacional goleó electoralmente en 2009 a un kirchnerismo demasiado confiado en los beneficios del crecimiento quedó en off side con los segmentos desclasados. Resultado: AUH, crecimiento salarial de 26% en 2010 (contra 4% de devaluación del dólar), y de 32% en 2011 (versus 8% del dólar), etc. El modelo no son variables, cuya utilidad puede variar al compás de los cambios de pantalla, si dejan de servir a la inclusión sociolaboral.
Mientras tanto, la restricción externa, ese sí un dilema acuciante, no se problematiza. Salvo, claro, por la apuesta a que con la evaporación de los ingresos se frene el empuje a la balanza importadora: cerrar los números con la gente afuera. Se hace ineludible esta contextualización para un mejor entendimiento del acuerdo impuesto por los fondos buitre.
Claudio Scaletta advirtió que la carencia de un programa para superar la restricción externa es un enorme acertijo de este retorno a los mercados financieros. De este modo, tiembla la promesa oficial de destinar los nuevos préstamos a obras de infraestructura, toda vez que no se opera sobre el principal escollo con que cada tanto se topa el país: su capacidad de repago genuina (la que surge del comercio internacional) se resiente. Y por consiguiente, la de hacer otra cosa con los vencimientos que refinanciarlos, o bien cubrirlos con nuevas emisiones. El círculo vicioso del endeudamiento, de triste memoria para la biografía patria. Si no se arreglan los agujeros de las tuberías por las que fluye el agua, de nada vale que el caudal crezca.
El intelectual peronista Contradicto le da una vuelta más al asunto: Argentina regresa al modelo de valorización financiera. Que consiste en atraer capitales foráneos para su colocación a tasas de interés jugosas. Sólo así, de hecho, ha logrado el equipo económico calmar la escalada del dólar: las LEBACS se fueron a 38%. Para que este esquema cierre, y los dineros puedan volar a gusto de nuevo tras obtener rentabilidad, se necesita un tipo de cambio predecible, que nuestro actual nivel de reservas es incapaz de garantizar. Sebastián Soler, de los pocos especialistas en Derecho Financiero y habilitados para ejercer ante tribunales neoyorquinos con que cuenta nuestro país, también llamó la atención acerca de la liberación absoluta de la cuenta capital que significó la salida del cepo. De eso y no de infraestructura se trata esto.
Hay ajuste, entonces, para garantizar recursos suficientes para el repago. Revirtiéndose así la situación sanada entre 2003 y 2015: Kirchner encontró un presupuesto que destinaba 6% de PBI a cancelar deuda, e invertía sólo 2% en educación. Al cabo de doce años, esas cifras, a expensas del desendeudamiento, acabaron exactamente invertidas.
El kirchnerismo perdió hegemonía conceptual antes de la derrota electoral de 2015, y de la sufrida el martes último en el Congreso, que no son sino consecuencias de lo primero.
La pelea es por el alrededor de 30% históricamente oscilante que en primera vuelta no optó ni por Scioli ni por Macrì. Hoy, mucha de esa gente dice por la calle, según terminología ajena, que no quedaba otra que rendirse al tándem Singer/Griesa. O al menos ése es el clima dominante. Supo ser distinto. Por el fracaso o abstención en lo que hace a sintonía fina, ganó espacio una antítesis política, que aunque también la haya prometido ira en realidad a por una vuelta de campana cuyo costo pagarán, fundamentalmente, las bases que sustentaron doce años de gobierno. Hay de momento, y hasta tanto no lastime, un nuevo consenso.
Frente a ello, de poco servirán quienes, pretendiéndose hábiles en las artes de la rosca, suponen por estas horas que maniatarán al PRO con modificaciones parlamentarias negociadas que son inocuas a los propósitos esenciales de los nuevos tiempos. Pero la responsabilidad política mayor frente a este giro de época indaga al Frente para la Victoria.
La deuda ha sido un eje divisorio básico para la definición de las identidades políticas en Argentina: línea liberal/conservadora endeudadores, línea nacional pagadora.
Toca ahora a los segundos reconstruir mayorías. Política. Lástima el dolor del mientras tanto.
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Poncio Pilatos. La Cámara de Diputados de la Nación votó el proyecto de pago al 3,5% de acreedores hold out del default 2001 sin el correspondiente dictamen jurídico estatal que lo sustente. Y, en realidad, sin avales de ningún tipo en la materia. Aquí se advirtió al respecto hace quince días. Ninguna de las 165 voluntades que en una gran victoria política el oficialismo nacional logró recolectar a su favor es capaz de despejar estas dudas: es mucho pedir, dicho sin ironía. Nadie puede negar a los hold in derecho a acudir a los estrados judiciales a reclamar, pero la sola contingencia liquidará las aspiraciones de tasas bajas del gobierno nacional. Y una de sus derivaciones posibles, por su costo (entre U$S 120 mil y U$S 200 mil millones), debería convocar a la reflexión a quienes aseguran que peor sería no acordar.
El cuadro es peor, todavía: Carlos Balbín, procurador del Tesoro de la Nación (jefe de los abogados del Estado) designado por Maurizio Macrì, no se animó a suscribir la posición de los patrocinantes argentinos en el extranjero. Que se entienda: dice que la evaluación sobre la inviabilidad de posibles nuevos reclamos corre por cuenta exclusiva de sus colegas, y no por la propia. Dicho de otro modo: no quiso ratificar la posición de su jefe.
Y más sencillo aún: se lavó las manos olímpicamente. Los vaivenes que alrededor del propio pacto Singer-Griesa/Prat Gay se conocieron hace unos días le otorgan la razón.
Este pago no tenía ante sí obstáculos sólo de las leyes Cerrojo y de Pago Soberano, sino también de los principios que ONU sancionó en materia de tramitación de deudas soberanas a impulso de nuestro país, que los incorporó como ley local con rango de orden público. Ahora es el primero en violarlos. Nadie reparó en este detalle tal vez porque la nueva etapa de consenso legislativo no es capaz de razonar por fuera de las exigencias que llegan desde Manhattan.
Se les abrió un portón a los problemas, y la calidad técnica prometida por el mejor equipo de gobierno en cincuenta años quedará para mejor ocasión. Total normalidad.