La lengua del tigre. Discurso político sin política

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A medio camino ya entre las elecciones legislativas del 2013 y las próximas presidencias, es posible trazar el derrotero seguido por el discurso del diputado electo Sergio Massa, así como los ajustes y virajes que ha implementado en su estrategia electoralista, elementos que hoy parecen haberlo llevado a un amesetamiento en la intención de voto, según consignan la mayoría de las encuestas.

El Capriles del Delta

El discurso de lanzamiento fue diseñado a imagen y semejanza de los que en su primer tramo de campaña había utilizado el referente de Hermes Binner en Venezuela: Henrique Capriles Radowski. El líder opositor destacaba las emblemáticas Misiones del chavismo y se postulaba como la persona adecuada para dotarlas de mayor transparencia al despojarlas de supuestos focos de corrupción y clientelismo: “Mi compromiso es crear nuevas Misiones, mantener las que existen y mejorar las que no sirven”, decía en un spot televisivo de septiembre del 2012.

Del mismo modo, Massá dirá en esa presentación de su nueva fuerza política, en medio de una escenografía como las que acostumbran tener los candidatos estadounidenses: “Somos los que creemos que la Argentina ha tenido grandes logros a lo largo de estos años, entonces somos los que vamos a defender con uñas y dientes la AUH”. Massa venía a garantizar desde una postura de “centro” la continuidad de los logros del gobierno nacional pero en un nuevo estadío de “consenso” y de “normalidad”, los “renovadores” llegaban “a construir sin destruir” “a tomarnos de la mano aunque pensemos distinto”.

Este marco conceptual demostró pronto tanto su efectividad en términos electorales como su propio límite, ya que sus formulaciones descansan sobre una suerte de elipsis, en las que se escamotea la relación lógica de causa y efecto. De este modo, era posible reivindicar los logros del kirchnerismo que cuentan con innegable consenso en la sociedad pero ocultar las causas, es decir aquellas medidas previas que los posibilitaron y que tuvieron que atravesar para su implementación algún conflicto con las corporaciones. Ejemplo paradigmático es la mencionada valoración en abstracto de la AUH, como si fuera de generación espontánea, al mismo tiempo que se omite toda referencia (cuando no se muestra franca oposición) a la medida de origen, esto es, la recuperación por parte del estado de los fondos previsionales en manos de las AFJP.

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Este marco conceptual demostró pronto tanto su efectividad en términos electorales como su propio límite, ya que sus formulaciones descansan sobre una suerte de elipsis, en las que se escamotea la relación lógica de causa y efecto.

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La metáfora apta para todo público

En una entrevista televisiva, el flamante candidato expresaba: “debemos ser albañiles que vamos poniendo ladrillito arriba del otro, para construir la casa de todos que es la Argentina”. Pero estos infantilismos no eran producto de meros accidentes del discurso o del marco excesivamente complaciente de la entrevista, sino apenas los momentos de paroxismo del andamiaje verbal cotidiano de los “renovadores”. En ese marco, la Municipalidad tenía que ser “la Muni”, o la palabra “concordia” podía ser utilizada hasta el hartazgo, al punto tal que algún desprevenido pudo pensar que el objetivo último de Sergio Massa no era llegar a presidir la nación, sino la intendencia de una ciudad termal entrerriana. La idea madre era no apartarse de un libreto diagramado con este dispositivo retórico que remitiese siempre a un pragmatismo ascético de “centro”. El resultado de esta estrategia es el de un raquitismo político y una colección incesante de lugares comunes, claramente ejemplificados en consignas que rozan el pleonasmo como “A la gente lo que le gusta es que le solucionemos los problemas”.

A medida que se consolidaba la polarización del voto en territorio bonaerense y sobre todo, por efecto de la presión de los medios concentrados –que abiertamente esponsorean su carrera política- el Frente Renovador fue empujado a la adopción de un cariz abiertamente opositor. Lo que antes se reservaba para las políticas de seguridad y para la supuesta búsqueda de reelección indefinida de Cristina, ahora cubría cualquier aspecto de la realidad efectiva, aún aquellos que no se conocían en detalle o estaban en etapa embrionaria, como reflejó la actitud frente al Anteproyecto de reforma del código penal. Esta paulatina mimesis con las prácticas del resto del arco opositor, no logró dotar al discurso renovador de auténtico contenido político, pero le imprimió algunos indisimulables –y sin duda indeseables para su estrategia original- giros confrontativos.

El perfeccionamiento del copy and paste

Dijo Sergio Massa a fines de agosto pasado, en ocasión de su viaje para celebrar la incorporación del intendente bahiense Gustavo Bevilacqua a sus filas: “Bahía Blanca se suma al equipo del futuro, no se queda discutiendo el pasado, se suma a pensar la nueva Argentina, sin abrazarse a la lógica vieja, la del látigo y la chequera”. Una semana despues, en Santiago del Estero, en ocasión de las elecciones en La banda, declaró: “No le tenemos miedo ni al látigo ni a la chequera. Tenemos confianza en la gente” y “Hay que pensar en Santiago en términos de futuro y eso es lo más importante”. El copie y pegue parece adueñarse de esta nueva etapa sin que se pueda descartar que estos comodines discursivos lleguen al Congreso cuando el diputado considere que está en condiciones de retomar su labor parlamentaria, por ahora postergada en virtud de su ininterrumpida campaña presidencial.

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Esta paulatina mimesis con las prácticas del resto del arco opositor, no logró dotar al discurso renovador de auténtico contenido político, pero le imprimió algunos indisimulables –y sin duda indeseables para su estrategia original- giros confrontativos.

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En aquel primer discurso de lanzamiento, Massa enfatizaba una pauta de conducta para su equipo: “quiero dejar un mensaje claro: por cada agravio, por cada insulto, por cada injuria que recibamos, vamos a devolver una propuesta”. Al día de la fecha es posible congratularnos de la madurez política alcanzada por nuestra democracia, ya que la magra producción parlamentaria de esta fuerza demostraría que no han recibido prácticamente agravio alguno desde entonces. Es de esperar también que algunas ironías vertidas en este rápido repaso de la “evolución” discursiva del Frente Renovador sean tomadas como auténticas injurias, es decir, que resulten una modesta contribución a que aparezcan sus tan demoradas propuestas superadoras.

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